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Thomas Sowell

¿Qué significa?

Un Estado que es un 95 por ciento blanco dio un voto mayoritario a un negro. Votaron a Obama más mujeres que quienes lo hicieron por Hillary. Vaya con el mantra "raza, clase y sexo" entre la élite intelectual de izquierdas.

No hace mucho que la gran pregunta política fuera qué resultado obtendría Rudolph Giuliani frente a Hillary Clinton en las elecciones de noviembre. Las primarias de los caucus de Iowa han hecho que esta cuestión suene a historia antigua, por no decir ciencia-ficción. Los resultados de los caucus de Iowa son solamente una pequeña parte de la noticia de este año electoral, pero sus implicaciones son significativas.      

Una implicación que va más allá de la política es que un Estado que es un 95 por ciento blanco dio un voto mayoritario a un negro. Votaron a Obama más mujeres que quienes lo hicieron por Hillary. Vaya con el mantra "raza, clase y sexo" entre la élite intelectual de izquierdas. Vaya también con la "inevitable" o "invencible" candidatura de Hillary Clinton. La mayor noticia quizá que procede de Iowa es que el 71 por ciento de los Demócratas votó contra Hillary. La siguiente gran noticia es que nadie de ningún partido obtuvo la mayoría. Sigue siendo una carrera con todas las opciones abiertas en ambos partidos.         

En cuanto a los Republicanos, Mike Huckabee ganó por 8 puntos porcentuales en un estado en el que el 60 por ciento de los votantes Republicanos eran evangélicos. Al margen de lo sorprendente de su victoria, no fue masiva bajo cualquier rasero y el enorme factor evangélico no estará presente en la mayor parte de los estados restantes, ni siquiera entre los electores Republicanos. Y mucho menos en las elecciones generales de noviembre.

Con toda la atención mediática puesta en las diversas rivalidades políticas en ambos partidos, es fácil perder de vista el dato de que todo esto trata en última instancia de elegir un Presidente de los Estados Unidos. La cuestión de qué tipo de Presidente sería cada candidato es infinitamente más importante que todas las puntuaciones "en carrera" que dominan los medios. La mejor presentación como candidato con diferencia de entre todos los candidatos de ambos partidos es la de Barack Obama. Pero si realmente se cree la mitad de las tonterías irresponsables de las que hace gala, será un fracaso rotundo en la Casa Blanca.     

Entre los Demócratas, la elección entre John Edwards y Barack Obama depende de si usted prefiere la demagogia fácil en su forma romántica simple o si la prefiere salteada con un poco de estilo y color. La elección entre ambos y Hillary Clinton depende de si usted prefiere demagogia masculina o femenina.

Entre los Republicanos hay dudas acerca del historial de cada uno de los candidatos, especialmente aquellos que han manifestado lo que Thorstein Veblen llamó una vez "versatilidad de convicciones". Hay menos motivos de duda del historial de Fred Thompson en el Senado, pero más motivos de preocupación por lo que la conducta descentrada y sin lustre de su campaña podría suponer para su papel en la Casa Blanca.

Por lo que respecta al temperamento personal, el gobernador Romney saldría clasificado el primero por su carácter taimado, al margen de lo que los sucesos vaticinen a su alrededor, con Rudolph Giuliani pisando sus talones. El temperamento es mucho más importante para un Presidente que para un candidato. Un Presidente tiene que permanecer equilibrado de manera permanente durante cuatro largos años, a pesar de las crisis que pueden estallar en cualquier parte del mundo en cualquier momento.

John McCain queda a la cola del apartado temperamental, con su postura volátil, arrogante y ácida de sabelotodo. Su trayectoria en el Senado está repleta de traiciones a partidarios Republicanos que han sido el mayor fracaso del partido a lo largo de los años y su talón de Aquiles políticamente. La traición del Presidente Bush padre a su promesa de "no más impuestos" es el ejemplo clásico, pero la tentativa actual del Presidente Bush de obtener la amnistía a los extranjeros ilegales con la ayuda del Senador McCain fue más de lo mismo.         

El perdón del Presidente Ford a Richard Nixon probablemente le costó las elecciones de 1976 y al país le costó los desastrosos años Carter. Las traiciones de McCain no solamente incluyen la ley de amnistía sino también la ley McCain-Feingold que violaba la Primera Enmienda a cambio del espejismo de "sacar el dinero de la política". Su acuerdo bajo cuerda con los Demócratas en materia de nominaciones judiciales también eliminó el apoyo de manera súbita a los líderes de su partido en el Senado.          

La Casa Blanca no es lugar para un bala perdida.

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