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Thomas Sowell

Wright, Obama y quienes luchan por prosperar

Hace tiempo que llegó el momento de dejar de aceptar inocentemente la visión que tiene la izquierda de sí misma como idealista, cuando no es otra cosa que arrogante.

En ocasiones unos cuantos hechos aislados nos cuentan una historia coherente.

Recientemente llamó mi atención un artículo periodístico que trataba sobre dos colegios prestigiosos de Corea del Sur en los que las chicas se preparan para los exámenes de acceso a universidades de élite de los Estados Unidos estudiando 15 horas al día. Harvard, Yale y Princeton cuentan en la actualidad con 34 estudiantes procedentes de esas escuelas.

Cuando hace bien poco me llegó por correo un ejemplar del informe del 50 aniversario de la promoción de 1958 de Harvard, recordé a uno de mis compañeros de esa clase que tenía un agujero en la suela de su zapato. En vez de decírselo a sus padres, colocó un trozo de periódico doblado dentro de su zapato para tapar el agujero. Sabía que si se daban cuenta le comprarían un par nuevo, y también sabía que no se lo podían permitir. Prosperó hasta convertirse en profesor de varias escuelas médicas muy conocidas y a lo largo de los años alcanzó diversas distinciones y honores.

Remontándome aún más atrás en el tiempo, recientemente recibí una carta de un hombre que creció en mi antiguo barrio de Harlem. Cuando asistíamos a la misma escuela secundaria, un día un profesor que le vio comer su bolsa marrón del almuerzo hizo los arreglos pertinentes para que pudiera comer en la cafetería de la escuela sin tener que pagar. Sucedió todo con tanta rapidez que hasta que no le dio un mordisco a la comida no se dio cuenta de que había recibido caridad. No pudo tragarla, fue al baño y vomitó. A esas alturas su bolsa marrón del almuerzo había sido arrojada a la basura, de modo que ese día pasó hambre. Llegó a convertirse en un psiquiatra de mucho éxito.


Como
todo el mundo, yo también he escuchado muchas cosas últimamente sobre Jeremiah Wright, el antiguo pastor de la iglesia a la que Barack Obama ha pertenecido durante 20 años. De diferentes modos, ambos hombres llevan décadas promoviendo la mentalidad ultraizquierdista de los agravios y la persecución. Wright lo ha hecho desde su púlpito y Obama en puestos que van desde organizador de comunidades al Senado de los Estados Unidos, donde posee el historial de voto más izquierdista de toda la Cámara. Más adelante, cuando el premio político definitivo, la Casa Blanca, asomó por el horizonte, Obama se hizo una remodelación total y ahora se retrata a sí mismo como sanador de conflictos.

La diferencia entre Barack Obama y Jeremiah Wright es que se dirigen a audiencias diferentes y  utilizan estilos distintos adaptados a ellas. Es la diferencia entre la demagogia elitista y la de barrio marginal. En ambos casos, la audiencia es tomada por idiota.

A los de extrema izquierda les gusta jactarse de estar a favor de los pobres y los desposeídos. Pero ¿qué es más probable que ayude a sacar a la gente de la pobreza, decirle que el mundo se ha portado mal con ellos o promover la disciplina de trabajo de las chicas coreanas, la determinación tenaz de mi compañero de clase en Harvard con el periódico en su zapato, o el amor propio de mi compañero de instituto en Harlem que tenía demasiado orgullo para aceptar la caridad?

Cuando los jóvenes salgan al mundo, ¿que tendrán para ofrecer que pueda granjearles las recompensas que buscan de los demás y los logros que necesitan para sí mismos? ¿Contarán con suficientes conocimientos en ciencias, tecnología o medicina? ¿O sólo poseerán el resentimiento con el que han sido agitados por los sucedáneos de Jeremiah Wright, o el gusto por los derechos concedidos por el Estado que ha sido la moneda de cambio de Barack Obama?

En el mundo real, no es probable que estar convencido que el maltrato a tus ancestros te da razones para sentirte agraviado y te concede ciertos derechos te lleve muy lejos con personas demasiado ocupadas lidiando con las realidades económicas actuales como para dedicar tiempo a pensar en sus propios ancestros, y menos aún en los ajenos.

Otra experiencia sin relación aparente me sucedió la semana pasada, cuando estaba entre una multitud junto a las tumbas de un cementerio judío. En la muchedumbre había personas negras, blancas, asiáticas, católicas, judías y sin duda gentes de otros grupos. Sólo en el transcurso de mi vida, este país ha recorrido un largo camino. No necesitamos a gente como Jeremiah Wright o Barack Obama para hacernos retroceder.

Hace tiempo que llegó el momento de dejar de aceptar inocentemente la visión que tiene la izquierda de sí misma como idealista, cuando no es otra cosa que arrogante.

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