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Tomás Cuesta

Coleta Morada y el sorpasso: retorno a Little Big Horn

¿Morirá Pedro Sánchez con los botines puestos? ¿Le arrancarán la cabellera amen de tomarle el pelo? ¿Saldrán en estampía los que hoy le sostienen?

¿Morirá Pedro Sánchez con los botines puestos? ¿Le arrancarán la cabellera amen de tomarle el pelo? ¿Saldrán en estampía los que hoy le sostienen?
Pablo Iglesias, tras Pedro Sánchez en el Congreso | Flickr/Podemos/Dani Gago

De confirmarse lo que apuntan los primeros sondeos, el famoso "sorpasso" que convertiría al PSOE en un feudatario de la izquierda insurgente, ha dejado de ser un fúnebre supuesto para empezar a plantearse como una agónica certeza. Una vez consumado el pacto fáustico entre los populistas de plató y los comunistas de museo, en las zahúrdas de Ferraz los encargados de echar cuentas ya empiezan a aplicarse el cuento de la lechera. Y los expertos en aojos, vaticinios y agüeros cruzan los dedos ante una fecha infausta a poco que se escarbe en sus antecedentes. El 26 de junio está marcado a fuego en los anales de una historia entreverada de leyenda porque ese fue el día en que Caballo Loco mandó a George Armstrong Custer a darse pisto en el infierno. Y el 26 de junio, después de un siglo y medio, otro presuntuoso figurín, otro narciso impenitente, habrá de plantarle cara a la horda ecuménica que Coleta Morada ha puesto en pie de guerra.

¿Morirá Pedro Sánchez con los botines puestos? ¿Le arrancarán la cabellera amen de tomarle el pelo? ¿Saldrán en estampía los que hoy le sostienen? ¡Oiga usted, allá películas!, podría argüir Rajoy desde su impavidez totémica. Al cabo, los pieles rojas no van detrás de su pellejo o, por mejor decir, aún no le han puesto precio. Tiempo habrá, si así fuera, de fumarse no sólo la pipa de la paz sino las convicciones, los principios e incluso la decencia. Dándole a las encuestas el beneficio de la duda y concediéndoles un crédito que por lo general no reintegran, los hechos, ahora mismo, avalarían la promesa. Unidos Podemos, pueden. La montonera que aglutina a los corsarios del prime time y a los filibusteros del piquete, tiene enjundia bastante y suficiente peso como para arrumbar al bello Sánchez en el baúl de los peleles. Tanta como para empujar a su partido a escaquearse de la quiebra haciendo cucamonas a los salteadores de la convivencia.

Lo peor, sin embargo, es que los que gestionan los medios y los fines, las ocasiones y los tiempos, han demostrado que Podemos, en el fragor de la campaña, recupera con creces lo que en las encalmadas pierde. Conjugando a la inversa el axioma de Clausewitz transforman la política en una adenda de la guerra. En la guerra, así pues, como en la guerra: sin tregua, sin cuartel, sin titubeos. Nada nuevo, a la postre, nada que no remita a las viejas miserias. Al margen de que sea zurdo o diestro, de que se parapete tras la patria o se atrinchere tras la gente, el neo populismo es la versión vegana del totalitarismo carnicero. El fruto -precisaba Hannah Arendt, que vio al monstruo de cerca- de una infame coyunda de la chusma y la élite. Bien es verdad que la revolución 3.0 se despacha asaltando las cochiqueras de La Red en vez de los salones del Palacio de Invierno. Varía el escenario y se adapta el libreto.

Si el socialismo -cuando Lenin- era el producto de los soviets más la electricidad, Internet más los soviets son la argamasa del presente. El 26-J sabremos si el futuro retorna a lo soviético. Sobre Little Big Horn, sobre la estupidez de Custer, sobre el descomunal sorpasso que los sioux le dieron, corramos, si les place, un estúpido velo.  

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