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Víctor Cheretski

El circo electoral ruso

Esta nota sobre el triunfo electoral del “partido del poder” la hubiéramos  podido escribir hace un mes o hace un año. En Rusia, como en Zimbabue, los resultados electorales se conocen de antemano. No se necesitan sondeos. Según las  normas de la “democrácia dirigida”, término introducido al vocabulario político por el presidente Putin, sólo pueden ganan sus partidarios. No hay ni puede haber otra opción. Para la mayoría de los rusos  es un hecho normal y corriente, ya que no conocen otras normas. Precisamente por eso la mitad de la población no pierde tiempo en desplazarse a los colegios electorales.   
 
Así que el partido “Rusia Unida”, sin ideología ninguna, formado por altos funcionarios del Estado y presidido por el ministro del Interior, está “condenado” a ganar. No se necesita para eso ningún “pucherazo”. El mal alimentado votante ruso no quiere más cambios porque siempre han significado catástrofes para él. ¡Qué gobiernen los que gobiernan! Estos sentimientos oportunistas fueron apoyados durante la campaña electoral por los principales medios de comunicación, que se encuentran bajo un estricto control presidencial. Desde el comienzo de la campaña se dedicaron únicamente a elogiar al partido del poder y a difamar a sus adversarios. Por supuesto, el poder no escatimó dinero público para la propaganda electoral de su partido.
 
Otros dos grupos que disputan el segundo y el tercer lugar representan a comunistas y a populistas de Yirinovski. Han obtenido votos de protesta de quienes no sienten simpatías por Putin. Para muchos de estos votantes conscientes de que no pueden cambiar nada cuanto más brutos y extravagantes son los diputados mejor. Y es que desde los años 90 el parlamento sirve para millones de rusos más bien de circo. En un país donde todo el poder se concentra en manos del presidente, el parlamento, sin derechos ningunos, se convierte en un lugar donde los diputados-payasos hacen bulla, pasan un rato en discusiones estériles, bromean, se insultan y hasta pelean. Según analistas, Yirinovski, el político más folclórico, obtiene su popularidad gracias a sus paranóicas declaraciones y sus broncas. No le importa echar un vaso de agua en la cara de su adversario durante un  debate televisivo, pegar a una mujer  en la mismísima sala de reuniones o pedir ayuda para Sadam Husein y amenazar a Estados Unidos.
 
En cuanto a los dos partidos más o menos civilizados, democráticos y de orientación prooccidencial –“Yabloko” y “Unión de Fuerzas de Derecha”–tienen muy poca tirada. Las teorías de “Yabloko” parecen al votante muy  aburridas, mientras los líderes de la Unión son antiguos ministros de Yeltsin que protagonizaron las fracasadas reformas económicas y no gozan de  popularidad entre la población.
 
En estas elecciones participaron 23 partidos, la mayoría desconocidos para el público. Además no parecen asociaciones políticas. Por ejemplo, uno  representa a jubilados, otro a partidarios de aumentar la producción de turismos, etc.        

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