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Víctor Cheretski

El perfil mafioso del “liberalismo” ruso

Tras el asesinato del polémico diputado ruso, Serguey Yushenkov, abnegado partidario y defensor del alcoholizado y jubilado Yeltsin, muchos medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, hablan de un crimen de carácter político. Es más, muchos señalan que se trata de un ataque desde el poder contra las “fuerzas reformistas y liberales” en Rusia ya que el difunto pertenecía a un grupo llamado “Rusia Liberal”. Pero las fuentes más o menos serias descartan esta hipótesis. Primero, las mencionadas “fuerzas” son un grupo de políticos –más bien oportunistas– tan minoritario y tan impotente que no representa ningún peligro para el poder que, además también se declara “reformista y liberal”. Segundo y más importante: en Rusia nunca se producen asesinatos políticos. Detrás de los numerosos asesinatos de altos funcionarios y parlamentarios que ocurren cada año siempre se perfilan ajustes mafiosos de cuentas que la policía llama de forma más discreta: “motivos económicos”.

No es de extrañar que tras el asesinato de Yushenkov, la policía anunciara que se trata precisamente de estos “motivos” y además su muerte con la de otro líder de “Rusia Liberal”, Vladímir Golovliov, íntimo amigo y colaborador de Yushenkov. Golovliov perdió su inmunidad parlamentaria a petición de la fiscalía que le perseguía por los delitos de corrupción, prevaricación y estafa. Fue asesinado en agosto de 2002 por unos desconocidos, presuntos mafiosos con quienes el diputado tenía “negocios”, por supuesto, ajenos a los ideales del “liberalismo” que pregonizaba junto a Yushenkov en el parlamento. Y es que se sabe de sobra que muchos políticos rusos, independientemente de su ideología, están relacionados con la mafia: le hacen favores a cambio de dinero. Se sabe también que la mafia si no se siente satisfecha castiga a sus “socios” con la muerte.

Mientras la policía estudia esta versión que, por cierto, si se confirma nunca será publicada oficialmente por ser “politicamente incorrecta”, se baraja también otra, sugerida por algunos compañeros del partido de Yushenkov. No es menos macabra y también tiene “carácter económico”. Y es que el asesinato fue cometido el mismo día en que “Rusia Liberal” dejo de ser “movimiento” y se convirtió en un partido político legalizado por el ministerio de Justicia.

Resulta que este movimiento fue creado en 2000 por el mismísimo Boris Berezovski, tristemente célebre capo de los “oligarcas” y el “cardenal gris” de Yeltsin, que actualmente se encuentra en libertad bajo fianza en Londres, esperando el veredicto sobre su extradición. En Rusia le espera el GULAG ya que la fiscalía le imputa una enorme lista de delitos. Por supuesto, “Rusia Liberal” creció con el dinero del magnate. Pero el año pasado Yushenkov se sublevó contra el “padre espiritual” del movimiento y le echó de las filas, a pesar de que una parte de la organización apoyó al “oligarca”. Al parecer, al oportunista Yushenkov no le gustaba el radicalismo del antiguo primer consejero de Yeltsin y su enfrentamiento con el poder actual. Mientras tanto, los partidarios de Berezovski formaron una facción aparte y seguían actuando bajo la misma bandera de “Rusia Liberal”. La “legalización” de la facción de Yushenkov por el ministerio de Justicia pone fin a las actividades del grupo pro-Berezovski. Sus líderes pierden futuro político, las espectativas ante las próximas elecciones parlamentarias y, sobre todo, los cuantiosos salarios que les pagaba el “oligarca”. Así que tienen “ciertos” motivos para odiar a Yushenkov.


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