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Víctor Cheretski

Europa en la telaraña

Este verano, la policía italiana, a instancias de la fiscalía de Bolonia, puso en marcha una gran operación llamada “Tela di ragno” (telaraña). Esta operación, iniciada en Bolonia y Rimini, cruzó las fronteras italianas y se extendió a Francia, Suiza, Mónaco, Alemania, Estados Unidos y Canadá. En un solo día fueron detenidas 50 personas en estos países, se realizaron 146 registros de oficinas y domicilios, fueron bloqueadas 200 cuentas bancarias con 100 millones de euros y embargadas las actividades de 54 compañías. También fueron confiscados 50 automóviles de gran cilindrada, además de joyas y dinero en metálico por valor de 3 millones de euros. Y esto es sólo el comienzo, ya que la operación no está cerrada. Se esperan más detenciones.

Todos los detenidos pertenecen a la tristemente célebre mafia rusa. No son pistoleros, ni matones. Tampoco son capos, padrinos o líderes de bandas de delincuentes armados. Son empresarios con residencia legal en Occidente. Llevan corbata y traje de modistos franceses o italianos. Son los tesoreros de la mafia, encargados de blanquear el dinero procedente de la corrupción, de los asesinatos, de las extorciones, de la venta ilegal de armas y material radioactivo, prostitución, narcotráfico y cosas por el estilo. Son ellos quienes convirtieron la vieja Europa democrática y liberal, la Europa de los derechos humanos y del progreso, en una vulgar lavandería de su criminal dinero manchado de sangre.

La “telaraña” se apoderó de Europa tras la caída del principal sistema de blanqueo mafioso en el “Bank of New York” (BoNY) en 1999. El sistema “americano”, además del banco, tenía toda una cadena de empresas fantasmas como “Benex Internacional Co. Inc.”, “Bees Lowland”, “Torfinex”, creadas por el principal banquero de la mafia, el ruso-israelí Piter Berlin. El total de sus operaciones asciende a 8.000 millones de dólares. Tras la detención de Berlin y de su esposa, Luci Edwards, que ocupaba un importante cargo en el BoNY, la mafia rusa tuvo que buscar una nueva alternativa y optó por Europa.

La policía italiana considera que el autor del entramado europeo de la mafia rusa fue el ciudadano uzbeko Grigori Luchanski. La revista estadounidense Time le califica como el “delincuente más listo del mundo”. Con el capital que obtuvo gracias a las ventas clandestinas de armas a Sadam Husein y, posteriormente, a Milosevic, creó decenas de compañías en todos los países de Europa. Son “Kama Trade”, en Francia, y “Prima”, en Italia. Además, en Italia y en otros países actúan “Tennitrans Service”, “Business Italy Tourist Service”, “Big Tour”, etc. En Francia “Kama Trade” está relacionada con el banco Societé Bancaire Arabe, que actualmente está siendo investigado por la policía. En Italia, la mafia rusa intentó someter a su control ni más ni menos que la Banca di Roma, según ha confesado uno de los detenidos, Iosif Roizis, alias el “Caníbal”. Por supuesto, las empresas de la mafia no se limitaban a blanquear el dinero, tenían sus propios negocios. Así, la compañía Business Italy servía de tapadera a los narcotraficantes rusos e italianos.

Lo que le importa ahora a la policía europea es desarticular cuanto antes el sistema de blanqueo; por eso, apenas investiga a los que están detrás del dinero negro. No obstante, el mismo Caníbal confesó que se trata de la famosa mafia moscovita “Solntsevskaya”, de los capos tan conocidos en el mundo del crimen, como Semión Moguilevich, alias “Sioma”, Serguei Mijailov, alias “Mijás”, los hermanos Naúmov, etc.

No obstante, la empresa “Transrail”, con sede en Francia y Suiza, cuyo administrador, Nikolay Makurin, también fue detenido, está estrechamente vinculada con el ministerio ruso de Ferrocarriles. Se calcula que ha blanquedo en los últimos años unos 7.000 millones de dólares, presuntamente procedentes de la corrupción de altos funcionarios del Estado ruso. Esta empresa está patrocinada por Roman Abramóvich, empresario y político próximo al presidente, Vladimir Putin.

Tenía razón un comentarista bolchevique cuando se reía hace unos diez años de la euforia que reinaba en Europa tras la caída del telón de acero. “Sois unos pobres ingenuos, –decía–, ya veréis lo que os espera”.

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