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Víctor Cheretski

Farmacología kafkiana

El periódico independiente ruso “Stringuer” acaba de publicar un artículo titulado “Bebés para los inmortales”que ha provocado un verdadero escándalo en Rusia. La investigación periodística da a conocer que un centro moscovita de estudios médicos produce fármacos procedentes de fetos humanos para rejuvenecer a la “nomenclatura” postbolchevique.

El fármaco se fabrica en el Centro de Medicina Biológica de Moscú, dirigido por el profesor Guennady Sugih, miembro de la Academia de Medicina de Rusia. Como materia prima se utilizan los fetos desarrollados en el cuerpo femenino a lo largo de no menos de 22 semanas, y a veces, de 26 semanas. Estos últimos se extraen vivos de sus madres y se colocan en frigoríficos donde mueren de frío. La fuerza “milagrosa” del fármaco radica en la llamada “hemoglobina fetal”, que se encuentra sólo en la sangre de los bebés todavía sin nacer. Esta hemoglobina no se destruye ni con ácido. El precio de cada dosis del medicamento producido a base del material humano es de 2.000 dólares.

El aparato para producir la “medicina de la juventud”, según “Stringuer”, parece una gran trituradora que convierte el feto en una masa que sirve posteriormente para extraer la sustancia necesaria y preparar las inyecciones. El centro del profesor Sugih nunca tiene problemas con la “materia prima”, ya que la recibe de los hospitales de Moscú que realizan abortos. Rusia ocupa el primer lugar del mundo en número de abortos y es uno de los pocos países donde están legalizados los llamados “abortos tardíos”, hasta las 22 semanas de embarazo. La drástica situación económica no permite tener hijos a muchas familias, ni a las mujeres solteras que además no utilizan, por falta de costumbre, anticonceptivos.

La empresa que se dedica a recoger los fetos y suministrarlos al Centro de Medicina Biológica es una sucursal de un gran consorcio moscovita llamado “Verteks”. Para completar el carácter morboso del negocio, “Stringuer” asegura que este última empresa pertenece al Patriarcado de Moscú, o sea, a la cúpula de la iglesia ortodoxa rusa.

La “terapia fetal” está patrocinada por el Ministerio ruso de Sanidad, aunque no está reconocida oficialmente, al parecer, por el miedo a la reacción negativa de la opinión pública internacional. Pero el principal apoyo al centro de Sugih procede del Kremlin, cuyos inquilinos son los consumidores de su medicina. Desde el año 97, el fármaco ha sido proporcionado al antiguo presidente ruso, Boris Yeltsin, en ocasiones especiales. Un hombre habitualmente senil, con incontinencia urinaria e incapaz de exponer sus pensamientos, se convertía durante las campañas electorales o encuentros internacionales importantes en un joven enérgico y brillante. Hasta tal punto que muchos rusos pensaban que el presidente utilizaba a un doble.

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