La creación de las Fuerzas Espaciales en Rusia no es un cambio rutinario en las Fuerzas Armadas como a los que estábamos acostumbrados desde los tiempos del antiguo presidente, Borís Yeltsin. No se trata de un juego burocrático, de quitarle al general Yákovlev, comandante de las Fuerzas Estratégicas, una parte de sus efectivos para crear otro puesto de mando para algún nuevo “enchufado” del Kremlin. Para cualquiera que conozca la maquinaria militar rusa está muy claro: esta vez se trata de un paso cualitativo tanto militar como político.
Las nuevas Fuerzas estarán en el foco de atención del mismo presidente, que últimamente demuestra una gran obsesión por recuperar el poderío militar de la ex-Unión Soviética. Estas Fuerzas tendrán su propia financiación y su propio mando con poderes más amplios. Así podrá desarrollar sus actividades con toda libertad y dependerá sólo del ministro de Defensa y del mismo presidente. Moverá, además, un enorme y sofisticado sistema de centros de investigaciones y fábricas secretas rusas: todo un imperio.
Según los observadores, se trata también de lo que los rusos llaman una “respuesta adecuada” a los propósitos del nuevo presidente estadounidense, George W. Bush, de dotarse, cuanto antes, del nuevo sistema de defensa estratégica, conocido como la “Guerra de las Galaxias”.
El ministro ruso de Defensa, Igor Serguéyev, ya afirmó el pasado mes de diciembre que su país tenía un plan para responder “de forma flexible” a la iniciativa estadounidense.
¿Estamos presenciando el comienzo de una nueva carrera armamentista, esta vez en el espacio?
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