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Víctor Cheretski

Hora de lamentar y sacar conclusiones

Los nuevos detalles de la corrupción en Rusia no extrañan. Ya se conoce de sobra este tema. Y es más, el escenario era previsible hace precisamente 9 años, cuando los elementos más perversos y descarados del régimen comunista se hicieron con el poder en el país que ocupa la sexta parte de la tierra. Estos elementos, que ostentaban una mezcla mental de estalinismo y de delincuencia común, pisotearon la tímida apertura democrática de Mijail Gorbachov para imponer su poder mafioso.

Desgraciadamente, nosotros en occidente, atontados por el consumismo y el narcisismo, nos dejamos engañar facilmente con la palabrería pseudo-democrática de los nuevos inquilinos del Kremlin y las promesas de llevar a cabo las buenas reformas capitalistas. Así, recibimos al nuevo régimen con los brazos abiertos. Hicimos caso omiso hasta cuando Yeltsin “disolvió” su propio parlamento a cañonazos o emprendió dos guerras genocidas en Chechenia. El cabecilla de este imperio de la estafa y del crímen hasta nos parecía “simpático”, a pesar de sus borracheras y meadas públicas.

La desastrosa situación social, la miseria más profunda en la que se hundió el pueblo ruso, con un índice de mortalida infantil cinco veces más alto que en otros países europeos, tampoco impresionó a nadie.

Y como si fuese poco, seguíamos apoyando a Rusia de forma muy extraña: llenándole los bolsillos a su cabecilla y a sus compinches. Un empeño que ni siquiera fue agradecido, más bien al contrario, ya que el régimen alcoholizado se hacía cada día más agresivo respecto a sus “amigos” occidentales.

Pero el pasado, pasado está y ahora nos toca reflexionar un poco, antes de continuar, sobre nuestras relaciones con aquel país que, al parecer, sigue igual a pesar de que el principal personaje ya no está en el poder.

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