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Víctor Cheretski

Kaliningrado y los derechos humanos

Todo cambia en este viejo e inestable mundo. ¿Quién hubiera imaginado que un día Occidente tendría que tragar las acusaciones de que pretenda violar los derechos humanos de los rusos? Y, además, formuladas por el propio régimen ruso que mata cada años con miseria, hambre y guerras a un millón de sus súbditos. Resulta que ahora el genocida KGBista, Putin, da clases de democracia a Jacques Chirac. Y éste, avergonzado, le promete al ex-teniente coronel, o sturmbannfuehrer de lo que fue la Gestapo soviética, “revisar” el tema de Kaliningrado. En esto, al parecer, le va a ayudar el encargado de los derechos humanos en Europa, el español Alvaro Gil Robles, también acosado por el Kremlin.

Es de recordar que los rusos rechazan la propuesta de visado de tránsito que la UE ofrece a los habitantes del enclave de Kaliningrado para que puedan cruzar las fronteras de Lituania o Polonia camino a otras regiones de su país. Las autoridades rusas insisten en que el sistema de visados viola el derecho de los ciudadanos de circular libremente de un a otro lado de su patria. Reiteran que el tránsito de los rusos por el territorio lituano o polaco debe seguir siendo libre.

Pensamos que se trata de una demagogia pura y dura porque los que conocemos un poco la situación en Kaliningrado podemos asegurar que a su población le importa un bledo el tema de visados. El enclave es una de las regiones más pobres de Rusia. La gente no tiene ni para el pan de cada día y lo que le importa no es viajar sino sobrevivir a la pesadilla postbolchevique.

¿Cómo se explica, entonces, la ofensiva internacional putiniense? ¿Será sólo para vengarse de Occidente por sus anteriores acusaciones de haber violado los derechos de los chechenos? Nada de eso. La campaña anti-visados tiene carácter estratégico. Y es que el sistema de estos visados prevé, no sólo el control de trenes de pasajeros, sino también de carga. Kaliningrado es una gran base militar: terestre, naval y aérea. Moscú simplemente no quiere que la UE o la OTAN controlen el movimiento de sus tropas desde Rusia a Kaliningrado y viceversa, especialmente del armamento pesado que no puede ser transportado por aire y va normalmente en vagones ferroviarios.

Mientras tanto, en Europa hay fuertes temores de que, tras la ampliación, los rusos aprovechen el territorio de Polonia y Lituania para emigrar a Occidente. Y no sólo los rusos. Últimamente, el territorio de la federación lo utilizan por decenas de miles de asiáticos –de China, Sri Lanka, Afganistán etc.– como trampolín para saltar a Europa. Es curioso que la postura occidental ha sido apoyada inesperadamente por las mismísimas autoridades civiles de Kaliningrado. Ellas temen que su región se vea invadida por traficantes de seres humanos y otros delincuentes. Han pedido al gobierno ruso que imponga los visados internos a todos los no residentes en el enclave que pretendan viajar a Kaliningrado.

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