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Víctor Cheretski

La política del tira y afloja

Después de varias semanas de paranoia espía-maniática, Estados Unidos y Rusia decidieron dejar su juego peligroso y proceder a resolver problemas más importantes, tanto bilaterales como universales. Por lo menos, esta es la conclusión que se hace al valorar los resultados de la última conversación telefónica entre el ministro ruso de Exteriores, Ígor Ivanov, y el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell.

¡Enhorabuena! Porque lo que ha pasado nos ha olido demasiado a la “guerra fría”. Washington que, según los rusos, actuó como el “ranger Worker”, el héroe del popular culebrón hollywoodiense, ordenó la expulsión de medio centenar de diplomáticos rusos presuntamente relacionados con el espionaje.

La reacción rusa no se hizo esperar. La lista de otros 50 diplomáticos-espías, en este caso de EEUU, fue redactada en un periquete. Además, con la completa descripción de “delitos” de cada uno. El diplomático Paul Hollingsuort, por ejemplo, fue acusado de recopilar información sobre las “actividades internas” del Kremlin. Al agregado Naval de la Embajada, Robert Brennon, le reprocharon un intento de reclutar para la CIA a dos ciudadanos rusos. La televisión rusa mostró las grabaciones hechas por los servicios secretos mostrando a este militar con sus presuntos agentes.

Y por si fuera poco, Moscú declaró que el embajador estadounidense es un inquilino moroso y anunció que pronto vendrán a por él unos alguaciles. El propósito de la visita: echarle a la calle de su lujoso palacete llamado “Spassa-house” en el centro de la capital rusa. La noticia oficial fue acompañada por “rumores” de que podrían ser confiscados los objetos personales del embajador, sus muebles, la bandera de barras y estrellas y el retrato de Jorge Washington, para “compensar la deuda”. En el país de las cien maravillas, que es Rusia, todo es posible.

Mientras tanto, los analistas intentan explicar lo sucedido desde criterios políticos, ya que de sobra se sabe que las “guerras de espías” no nacen por sí mismas. Son casi siempre fruto del empeoramiento general de las relaciones.

Es curioso, pero esta vez, los principales politólogos rusos, próximos al poder, no recurrieron al tradicional ataque contra la administración estadounidense. El director del Instituto de Estudios Políticos, Serguey Márkov, hasta considera “lógico” el enfado americano por el fracaso de su política anterior –en los tiempos de Yeltsin y de Clinton– de apoyo incondicional a Rusia. Considera que el Kremlin debe perdonar las “cowboyadas” de la novata administración y demostrar su deseo de diálogo. Moscú no está interesado en la confrontación sino en la cooperación con Occidente, dijo.

Igual de pacifista apareció en este conflicto la estrella de la política rusa, el flamante ministro del Interior, Borís Grizlov. Descartó la posibilidad de una nueva “guerra fría” y dijo que las contradicciones que surgen entre los dos países son “normales”. Los intereses vitales de Rusia y de EEUU, dijo, van más allá de sus fronteras. Por eso a veces se cruzan. Pero, hoy en día, ya no debe tratarse de un enfrentamiento de enemigos, sino de “competencia entre socios”.

Al parecer, la parte estadounidense, ha experimentado, en el último momento, un similar ataque de sentido común. Fue el portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher, quien dio por cerrada la “guerra de espías”. En un intento por explicar este tira y afloja en las relaciones entre Rusia y su país, el The New York Times destaca las divergencias que existen entre el ministro de Defensa, Donald Ramsfeld, partidario de la línea dura en las relaciones internacionales, y el más liberal Powell. Al parecer, ha sido el héroe de la “Tormenta en el Desierto” quien ha salido triunfador del caso. Por el momento.

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