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Víctor Cheretski

La trampa georgiana

La noticia de que Estados Unidos pueda ayudar a combatir el terrorismo checheno, uno de los principales pilares de “Al Qaeda” afincado en Georgia, ha sido bien recibida en el mundo entero. Hasta el Kremlin, muy celoso con todo lo que emprende Washington en sus fronteras, esta vez ha manifestado su interés ya que está harto de aguantar al nido terrorista creado en Georgia por el islamismo internacional.

El jarro de agua fría lo acaba de verter en la cabeza de la comunidad internacional el propio Gobierno georgiano al declarar que no pretende atacar el desfiladero de Pankisi —“Tora-Bora” caucásica— donde, junto con los criminales chechenos, se esconden los terroristas internacionales escapados de Afganistán. Lo que pretende el régimen del presidente Eduard Shevardnadze es utilizar la ayuda militar estadounidense para hacerse con la vecina república de Abjazia, según el ministro georgiano de Seguridad, Valerián Jaburdzania.

Es de recordar que Abjazia, un pequeño país en el mar Negro, fue proclamada parte de Georgia contra la voluntad de su pueblo en la época bolchevique por el propio “padre” Stalin. Tras el colapso del comunismo, el pueblo recuperó su soberanía lo que, al parecer, no deja dormir tranquilo al ex-miembro del Politburó estalinista, Shevardnadze, antiguo verdugo del KGB y fiel aprendiz del “padre”. Por supuesto, los abjazos no tienen ninguna relación con el terrorismo internacional. Todo lo contrario. El otoño pasado tuvieron que rechazar la agresión de turno de parte de Georgia. Los georgianos utilizaron en su ataque contra Abjazia a centenares de mercenarios chechenos y árabes. El ejército abjazo, pequeño pero muy eficaz, desarticuló las bandas terroristas y dio una lección más al régimen de Shevardnadze.

Georgia está hundida en el caos, la miseria y las eternas guerras entre los clanes mafiosos, mientras su población muere de hambre. El Gobierno central no controla ni la tercera parte del territorio nacional. El poder corrupto sobrevive gracias al terror y a las maniobras maquiavélicas de Shevardnadze. Ninguno de sus colaboradores caídos en desgracia se va por las buenas, ni sobrevive. Todos “se suicidan”. El último ha sido el secretario del Consejo de Seguridad, Nugzar Sadjaya. Tras una prolongada conversación con el presidente lo encontraron “suicidado” en su despacho... con una bala en la nuca. Una práctica que también recuerda a los años 30, la época de Stalin.

Por otra parte, la indisposición de los georgianos a combatir el terrorismo internacional en su territorio es muy lógica. En la última década, Georgia ha mantenido unas relaciones perfectas con los “independentistas” chechenos y además ha servido de retaguardia muy segura para los miembros de “Al Qaeda” que se dirigían a Chechenia con armas y municiones. Se recuperaban en territorio georgiano tras los duros combates contra los rusos y curaban sus heridas en sus hospitales. Las bandas chechenas actúan en territorio georgiano con más facilidad que en su propia casa. Lo sabemos por la reciente historia de los dos españoles secuestrados en Georgia que pasaron un año en el desfiladero de Pankisi.

Nos imaginamos que la Casa Blanca y el Pentágono están al tanto de la situación en Georgia. Esperemos que los militares estadounidenses desempeñen en este país un papel parecido al de Afganistán: que no se limiten a destruir el nido terrorista, sino que contribuyan a que el pueblo georgiano se deshaga de una tiranía criminal y perversa.

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