Hoy el mundo ya no es como ayer. Hoy el mundo ha cambiado. Porque ha surgido en este planeta un eje politico-militar nunca visto antes. Tiene un potencial económico, técnico, científico, bélico y humano sin precedentes. Se trata de una alianza estratégica del país más grande y más rico en recursos minerales con la principal potencia emergente del siglo XXI. Los dos tienen un sistema estatal parecido: tendencias totalitaristas en lo político y el liberalismo controlado en lo económico. Y tienen otros rasgos en común: el militarismo, el desprecio por los derechos humanos y un antioccidentalismo que se esconde detrás de las palabras sobre la inoportunidad de vivir en un “mundo unipolar”. Alrededor de este eje ya giran otros países, por ejemplo, los ex soviéticos de Asia central que pertenecen al “grupo de Shanghai”, además de Irán, Corea del Norte, Bielorrusia y Moldavia.
Al parecer, por el momento, el eje no representa ningún peligro. Sus líderes, Putin y Jiang Zemin, mantienen amistades en Occidente, hablan de cooperación internacional y, sobre todo, sonríen. Pero saben de sobra mostrar los dientes. Y no hay duda de que desde ahora lo harán cada vez que lo consideren necesario. Para eso, y no para otra cosa, ha sido creado el eje. Hay que recordar que hace poco Putin advertía: el “escudo antimisiles” estadounidense y la ampliación de la OTAN tendrán su contestación adecuada. Y ha cumplido con su palabra.
Es curioso, pero tengo la impresión de que todavía no nos damos cuenta de lo ocurrido. Por lo menos no se nota en la prensa. Y el mejor comentario que he escuchado hasta ahora pertenece a Chen, encargado del restaurante chino en la madrillena plaza de la Cebada donde a veces almuerzo. Me dijo sonriente como nunca en su español achinado: “Amélica, Eulopa —finish... Lusia, China— más fuelte”.
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