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Víctor Cheretski

¡Ojo! que viene Putin

Hay que ser muy, muy ingenuo para pensar que la reciente creación de una nueva alianza estratégica en Asia, nacida del llamado grupo de Shanghai, ha sido pura coincidencia con la cumbre entre el presidente Bush y su homólogo ruso, Putin. Hay que estar todavía más ciego y ser más torpe para no ver que no se trata de una alianza para luchar contra el terrorismo, tal y como se anuncia oficialmente. El general ruso Tróshev, ferviente partidario de las ejecuciones públicas, no necesita a nadie para buscar a los últimos “terroristas”, acorralados en las montañas del Cáucaso, y pegarles un tiro en la nuca. Los chinos tampoco necesitan a Uzbequistán, ni a Rusia, para combatir a los uigures mutilones.

El degenerado antiguo líder ruso Yeltsin, entre borracheras y meadas en público, le comentaba a su “amigo Bill” (Clinton) que Rusia es “grande e importante”. Bailaba como un oso amaestrado y Clinton se reía de él a carcajadas, ofreciéndole más y más vodka, ¿o era wisky?

Esto se acabó. El “rancho ruso” ha cambiado de amo. Putin no bebe, ni baila, ni se dedica a demagogias. Avisa: “Si la OTAN desea extenderse hasta nuestras fronteras, contestaremos”. “Si los planes del escudo antimisiles se llevan a cabo, habrá una respuesta contundente”. Sus palabras son hechos. Y no tienen razón aquellos analistas que piensan que Rusia está hundida en la miseria y necesita cien años para recuperarse. No conocen a Rusia, ni a su pueblo. Rusia es como un caballo de raza que no obedece a cualquiera, pero al sentirse dominada por un jinete experimentado y fuerte, empieza su carrera. Putin es este jinete.

Comienza el “milagro ruso”. Ya presenciamos cómo los ingenieros y técnicos rusos, en paro en los últimos diez años, regresan a sus puestos de trabajo. Todavía hambrientos y en los locales sin calefacción, pero entusiasmados con el nuevo líder del país, diseñan los misiles, tanques y aviones más sofisticados y más modernos del mundo. Serán construidos en breve. ¡Qué no haya dudas! Y no habrá sistemas de defensa estratégica que los pare.

Mientras tanto, los diplomáticos de Putin, mal pagados y con trajes usados, también hacen milagros: en unos pocos meses han conseguido formar o reforzar dos alianzas estratégicas que, en cualquier momento, pueden ser transformadas en bloques militares con un enorme potencial bélico y con recursos humanos sin límites. Un aviso ante la ampliación de la OTAN y el “escudo” estadounidense.

Uzbequistán, el país más grande de Asia Central, que hace sólo unos meses se oponía a cualquier alianza con Rusia temiendo el regreso al pasado imperial, ya está en la red. Dicen que es por el miedo al islamismo. Sea como sea, pero desde ahora va a bailar al son de los tambores castrenses rusos. En la alianza participan también China, cada día más antiamericana y más íntima de Rusia, así como Kazajstán, Tayikistán y Kirguizia.

Es de recordar que el pasado mes de mayo, Moscú dio un nuevo impulso al llamado Tratado para la Seguridad Colectiva, un organismo formado por Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán y Tayikistán y, hasta el momento, estéril. Desde ahora contará con su propia Fuerza de Reacción Rápida. Esto, para empezar.

Y no hablamos, por el momento, de Irán y Corea del Norte que todavía no forman parte de ningún alianza con Rusia pero, sin duda, lo harían en cualquier momento si Rusia lo deseara. Asimismo, el Kremlin ha conseguido mejorar recientemente sus relaciones con Ucrania, Moldavia y Azerbayán que son también, hoy en día, sus aliados estratégicos.

Así que Putin viaja a Liubliana con cierto “equipaje”. ¿Lo sabe la señorita Condoleezza Rice?¿Habrá informado de todo esto a su jefe?

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