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Víctor Cheretski

¿Quién ayuda al terrorismo internacional?

La prensa internacional ha publicado recientemente unos artículos sobre las actividades de un “empresario” ruso, Víctor But, acusado de tráfico de armas y, especialmente, de haber transportado a Sudán el oro de Al Qaeda. Es un nuevo “malo” de la película internacional, amigo de Bin Laden, del mulá Omar y de los demás terroristas, dictadores y criminales de guerra. Una especie de “superman” del negocio delictivo que actúa por su propia cuenta y ha dejado sus huellas en todos los continentes. Es el responsable de la tragedia del Congo, Sudán y Angola, de Afganistán y Siera Leona. Y así es para la opinión pública,occidental que cree cualquier chorrada.

Pero los que conocemos un poco Rusia y a su presidente, al de los “ojos honestos”, no vemos nada especial en la figura de este individuo. Y es que en Rusia no hay “supermanes” –hay funcionarios del Estado y, sobre todo, agentes de los servicios secretos. Hay que ser muy ingenuo para pensar que un mercader ruso pueda traficar con armas de su país en el mundo entero por su propia cuenta. En Rusia, señores, no hay manera de vender ni un par de bragas sin ser controlado por el “padre Estado”, un régimen policial autoritario. Además, si fuese “independiente”, el presidente Putin ya hubiera entregado su cabeza en una bandeja de plata a la justicia internacional. No obstante, But vive tranquilamente, hoy en día, en Moscú, concede entrevistas a la prensa, mientras que la policía declara que no sabe nada de su existencia.

No es de extrañar. La policía rusa nunca ha tenido el mandato para meterse en los asuntos de los servicios secretos, encargados desde los tiempos bolcheviques del tráfico clandestino de armas. Son los monopolistas de este negocio y nadie se atreve a arrebatárselo a los organismos más influyentes de la Rusia putiniense.

Los datos de la biografía de But confirman su relación más estrecha con los servicios secretos y su estatus de un mandado. Primero, es un espía de carrera y los espías rusos sólo rompen con su “empresa” cuando mueren, no hay otra salida para ellos. Estudió en la Escuela Superior Militar de Idiomas Extranjeros (VIAZ), conocido centro moscovita de preparación de oficiales para los servicios de inteligencia. Se encuentra en el barrio Lefórtovo de Moscu, en la calle Tankovi Proyezd, 10.

Con los cambios en Rusia de los años 90, los servicios secretos abandonaron su antigua estrategia de actuar en nombre del imperio a la hora de vender armas. En el Kremlin se hablaba de democracia y no parecía nada oportuno figurar en la lista de suministradores de armas a los regímenes dictatoriales y a los países con guerras civiles. Por eso, desde entonces todas las transacciones ilegales se realizan por medio de “particulares”. El único cambio consiste en que ya no les llaman oficialmente “camarada comandante o camarada teniente coronel”, sino “señor empresario”.

But sirvió de tapadera para suministrar 30 toneladas de armas ligeras (los kalashnikov) a los talibanes en 1995. Al mismo tiempo intercambiaba armas por diamantes con su amigo, Jonas Savimbi, en Angola. Al parecer, los diamantes interesan bastante a los servicios secretos rusos. Hay indicios de que los vendían en el mercado europeo. Tras los sucesos del 11 de septiembre, But se encargó de los vuelos de la compañía “Flying Dolphin”, registrada en los Emiratos, para realizar dos viajes a la semana entre Sharia y Kandahar. Según Los Angeles Times, transportaba diferentes armas y también material químico, procedente del Este de Europa, para Al Qaeda. Dicen que los rusos ganaron en esta operación unos 50 millones de dólares. Al principio del año en curso, tras una serie de publicaciones en la prensa internacional, But tuvo que abandonar Bélgica y regresar a Moscú.

El responsable de Interpol en la capital rusa, Igor Tsiriulnikov, dijo al recibir la orden internacional para la detención de But, emitida por Bélgica, que no conocía el paradero del “empresario”. Curiosamente, ese mismo día intervenía por la cadena radiofónica “Eco de Moscú”, echando pestes contra Occidente, que le persigue “por ser ruso”.

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