El comunismo nos ha demostrado a lo largo de los últimos años su gran capacidad de supervivencia y transformación en otro tipo de regímenes, por supuesto, no menos totalitarios y perversos. En el Este, especialmente en lo que era la Unión Soviética, esta capacidad se ha manifestado con toda su magnitud. Uno de los ejemplos es Turkmenistán, un país islámico en Asia Central, en la costa oriental del mar Caspio, con una población de 4,3 millones de habitantes.¿Qué tiene que hacer cualquier asalariado turkmeno tras llegar por la mañana a su puesto de trabajo? Pues, arrodillarse y pronunciar solemnemente la oración: “¡Qué se me sequen la lengua, los brazos y que me muera si hablo o pienso mal de mi queridísimo y adorado Turkmenbashí, gran líder del mundo entero!”¿Quién es este Dios de los turkmenos y qué significa su título que sólo se puede pronunciar arrodillado? Se trata de Saparmurad Niyázov, y su título se traduce como “padre de todos los turkmenos”. En una versión menos folclórica quiere decir presidente de la República y primer ministro, líder del parlamento y del Partido Democrático (único en el país), comandante en jefe de las Fuerzas Armadas etc., etc.Todos estos títulos –y muchos más— posee quien fuera primer secretario del Partido Comunista de Turkmenistán antes del colapso de la Unión Soviética en 1991. El mismo Niyázov califica la experiencia de su nación como “única”, y tiene toda la razón. El mundo no conoce la transformación tan rápida del comunismo autoritario al califato sádico medieval.Los turkmenos, hundidos en la miseria y hambre más profundas, tienen que agradecer a su “padre”, absolutamente todo lo que pasa en su país. El cumplimiento del sagrado deber de manifestar, constantemente, la gratitud y lealtad hacia el poder está supervisado, día y noche, por un enorme y omnipresente aparato represivo.Por ejemplo, el cambio de estaciones del año se produce en Turkmenistán, exclusivamente, gracias a la “sabiduría y la buena gestión” del Turkmenbashí. Y los que dudan de esta realidad desaparecen para siempre en la cárcel o en los manicomios especializados. Cualquier desvío de la línea ideológica oficial se considera como alta traición o, por lo menos, un indicio de enfermedad mental. No son raros los asesinatos políticos. La gente no tiene derecho a viajar al exterior. Los turkmenos están completamente aislados del mundo.Mientras tanto, la familia de los Niyázov se apoderó, en los últimos años, de todas las principales riquezas del país: del algodón, el astracán y el gas natural. En una noche, el hijo del jefe del Estado perdió en un casino europeo 12 millones de dólares (2.184 millones de pesetas) sin que nadie de la familia lamentara esta pérdida. Dicen que una parte de la inmensa fortuna del líder procede del narcotráfico, ya que Turkmenistán es una de las principales rutas de la droga afgana hacia Europa.La fiesta oficial más importante de los turkmenos es el día del cumpleaños de Niyázov. Su perfil aparece en la moneda nacional. Cualquier artículo en la prensa empieza con unas palabras de agradecimiento al líder de la nación. Las calles están adornadas con sus estatuas y sus retratos, igual que las viviendas y las oficinas. Los únicos productos intelectuales bien pagados son canciones y poesías dedicadas a Niyázov. Las ciudades, fábricas y hasta productos de higiene llevan su nombre.Nadie conoce el número de sus palacios construidos en los últimos años. Pero no sólo en los palacios piensa el gran padre de la nación. Como todos los déspotas de su calibre está obsesionado con inútiles obras faraónicas. Actualmente, construye un lago artificial en el desierto que costará unos 4.000 millones de dólares.El próximo 19 de febrero Niyázov cumple su 61 aniversario. Este día, según fuentes de la oposición turkmena en Moscú, el antiguo ideólogo comunista, el camarada Niyázov, será proclamado “padishá”. Recibirá el título de los monarcas del imperio Otomano y de algunos otros países islámicos de la época medieval. Una gran corona de oro decorada con diamantes ya está preparada.Dicen también que Niyázov nunca se deshizo de su carné del PC. Lo guarda enterrado en una caja, también de oro y diamantes, en el jardín de uno de sus palacios. ¡Por si acaso!