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Víctor Cheretski

Una medida contra el caos

La nueva ley de partidos, aprobada en primera lectura por la mayoría de la Duma, nos parece un paso bastante constructivo en el desarrollo de la vida política en Rusia. Su necesidad es evidente para cualquiera que conozca la situación en aquel país. Hoy en día, los rusos cuentan con más de 200 partidos y la mayoría son grupos fantasma que no tienen nada que ver con los intereses de los ciudadanos. Sólo sirven de tapadera a sus creadores, en muchas ocasiones criminales comunes.

En los tiempos caóticos del antiguo presidente, Boris Yeltsin, los partidos se formaban y desaparecían practicamente cada día. Los debates en el parlamento parecían más bien un circo. Así, por lo menos, los calificaban la mayoría de los rusos. Hartos de “culebrones” latinoamericanos, enchufaban el canal de actividades parlamentarias. Era más divertido conocer a los militantes del “Partido de los Aficionados a la Cerveza” que aparecían en el órgano legislativo con un barril vacío para pedir bebida gratis. Luego se veía a los miembros del Partido Libertario, en pelotas, promotores de una ley sobre la práctica libre del sexo en los lugares públicos.

Al parecer, esta paranoia le servía de maravilla al antiguo líder corrupto, alcoholizado y senil. Por lo menos, los “partidos” de las características mencionadas no se metían en los problemas de verdad y, especialmente, en los asuntos del ejecutivo.

Mientras tanto, los críticos de la nueva ley dicen que el presidente Putin la puede utilizar en su política para imponer el control del Estado sobre cualquier actividad ciudadana. No descartamos esta posibilidad en el futuro aunque reiteramos: la situación anterior tampoco ha servido al desarrollo democrático sino, más bien al contrario, sirvió para su putrefacción.

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