Menú
Víctor Cheretski

Una política bolchevique

Se sabe que una de las primeras medidas de los bolcheviques, que se hicieron con el poder en Rusia en octubre de 1917, fue la abolición de las deudas exteriores de los zares. En aquel entonces, esta medida, muy poco civilizada, tenía, por lo menos, su justificación ideológica: los bolcheviques odiaban al régimen anterior y despreciaban al resto del mundo por ser capitalista.

No pasa lo mismo en nuestros días. El presidente Putin, al parecer, no tiene nada contra sus antecesores soviéticos. Al contrario, restablece poco a poco sus estructuras: desde el himno hasta la forma autoritaria de gobierno. Tampoco odia a su entorno capitalista: mantiene “amistad personal” con varios dirigentes occidentales en espera de más créditos e inversiones.

No obstante, el mandatario ruso utiliza respecto a sus obligaciones internacionales los mismos métodos del año 1917, la misma política bolchevique. Y es que, a pesar de lo que se piensa, la ideología nunca ha sido lo más importante de esta política. Siempre ha sido, en primer lugar, la expresión de una mentalidad cínica y perversa, que se burla de todas las normas humanas, de las reglas civilizadas tanto dentro como fuera del país. Y eso es lo que han heredado los nuevos inquilinos del Kremlin.

Por cierto, la congelación de la deuda no es el primer testimonio de que Rusia regresa a su política tradicional. Recientemente abandonó el acuerdo con Estados Unidos que restringía la venta de armas a Irán. Ahora se propone aumentar considerablemente la cooperación militar con este país a pesar de que Teherán sigue apoyando el terrorismo internacional.

No es de extrañar que el primero en aplaudir la nueva medida del gobierno ruso haya sido el líder del Partido Comunista, Guenadi Ziugánov. Instó al “camarada presidente” para que “no se apresure a devolver la deuda exterior”.

En Opinión