Quienes se indignan porque el Gobierno vasco clasifique como inmigrantes a los alumnos de familias procedentes de otras regiones españolas, no conocen o no recuerdan la connotación de ser clasificado como "godo" por ciertas mesnadas de aborígenes académicos, políticos y periodísticos que hoy mandan y devastan a lo grande en la finca de las Islas Canarias.
Lo godo, para esta tribu y sus chamanes, es todo lo que viene de fuera, particularmente lo que procede de España. Hay, con todo, godos buenos, a condición de que también odien a España. El director de Egunkaria es un héroe godo que canta las gestas y el martirio del pueblo vasco en los aledaños de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Si no es el paraninfo, será el Boletín Oficial, la televisión autonómica del grupo Prisa, el tabloide o Internet, todos sebosos de subvenciones. Los buenos godos siempre disponen de una hospitalaria hoguera junto a la que ofician su oratorio mágico, y de una camada de indígenas e indigentes poderosos, prestos a adorarles.
El godo bueno puede reunir, en otras ocasiones, los infalibles atributos del experto. El Gobierno nacionalista de Canarias formó en octubre de 2002 un comité de sabios para que dictaminase que los inmigrantes son una carga económica y un peligro social en unas islas lejanas, lo mismo si se trata de inmigrantes ilegales, que de españoles y demás comunitarios que llegan para establecerse en una región española y, por tanto, comunitaria. Para este grupo de eminencias, el Archipiélago se dirige a un futuro próximo de superpoblación, que sólo una política de intervencionismo económico puede evitar. Profetizan el agotamiento de los recursos y el acabose del desarrollo turístico, en una región con el 50 por ciento de su territorio intocable por una de las políticas más proteccionistas que se conocen. Viejas paranoias, con una nueva retórica bizantina: la patraña marxista del colapso de la oferta, se llama ahora... "febrilidad oferente". La coartada de la lejanía y el aislamiento, ese victimismo de los Elementos que tanto les gusta gemir a los nacionalistas isleños y tanta comprensión ha encontrado en los redactores de la futura Constitución Europea para aislarnos aún más de las condiciones del desarrollo en libertad, inspira un doble programa de blindaje demográfico y planificación económica, en la más fiel tradición del sistema socialista. Uno de los "cracks" de ese grupo ilustrado fue Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, eminente padre de la Constitución de 1978 y de su proyecto de liquidación de 2003 por la vía del plan separatista del PNV, del que ha sido asesor y recibido el premio Sabino Arana.