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Víctor Gago

No seas trombón

En la cubista pachanga final de “La verbena de Santillana”, ¿para dónde sopla el Partido Socialista Canario? Repasemos la composición de la jocosa banda que quiere sentar una nueva armonía de Estado. Evoquemos la empanada tonal y rítmica. Deconstruyamos los vientos del federalismo dodecafónico, hasta dar con el chunda chunda de tosca ambición que organiza tanto bocinazo antihistórico. Veamos: en la foto aparecen todos, o casi. Allí la flauta travesera de Elorza, hacia atrás la trompeta filípica de Chaves, en el centro el dulce clarinete de Patxi López, al fondo el bombo de Maragall y al frente, Rodríguez Zapatero y sus platillos. Por aparecer, aparece incluso la aparición de Felipe González. Igual que esos fantasmas que se cuelan en ciertas fotografías antiguas, un examen riguroso de ésta lo descubre dirigiendo la charanga desde el ultramundo. Mas por ninguna esquina se reconoce el copo de nieve de la cabeza de Juan Carlos Alemán, secretario general de los socialistas isleños. Su ausencia de esa jam session, en la que los barones han improvisado un libérrimo pasacalles sobre la estructura territorial del Estado, indica la incompetencia del PSC en la cuestión nacional, tanto como el complejo del PSOE frente a la españolidad de Canarias.

Cuando Jerónimo Saavedra era secretario general, el Partido Socialista se llamaba “Obrero Español”, también en Canarias. La poda de siglas no es sino el toque visible de una tala de principios más radical. La reflexión del socialismo se reduce hoy a la siguiente pregunta: ¿Cuál es el camino más corto para recuperar el poder? Aquí, llevan haciéndosela desde que una moción de censura removió a Saavedra, en 1991, de la Presidencia autonómica. No estando singularmente dotados para la innovación doctrinal o el trazado estratégico de largo recorrido, Juan Carlos Alemán y su equipo han resuelto el enigma con una fórmula tan pedestre como gratificante: programas vacíos, bolsillos llenos. Acudir a Santillana habría exigido de Alemán una mínima contribución a la idea de España, aunque sólo fuera para resolver la cuestión de cómo vaciarla más velozmente, pero el secretario general de los socialistas isleños es de los que piensan que tener ideas propias es demasiado arriesgado y prefieren adaptarse a las ideas ajenas triunfantes en cada momento. Demostró que no hay fardos que puedan con su ingrávida conciencia, cuando, después de apostar exaltadamente por Bono en el último congreso del PSOE, mudó imperturbablemente de piel y hoy pasa por zapaterista de toda la vida.

No es sólo que la cuestión nacional quede demasiado grande y demasiado lejos para los dirigentes del PSC. Es, más bien, el hecho de que todo lo que no engorda directamente su entramado de alcaldes y empresarios amigos, les resulta una fastidiosa pérdida de tiempo y lo extirpan de la agenda sin anestesia. El programa genuino del PSOE para Canarias se reduce al siguiente renglón: “Todo para los alcaldes, y lo que sobre, para los amigos”. No se trata de un esquema ficticio, es lo que dijo a sus correligionarios de Ejecutiva uno de los prebostes socialistas más influyentes y antiguos, uno de esos alcaldes vitalicios que tanto abundan en los pagos rurales de esta región. El partido está roturado en decenas de minifundios señalados por caciquismos locales y fidelidades a viejas y nuevas facciones rivales. Durante los últimos tres años, se han sucedido cuatro gestoras distintas en Gran Canaria y Tenerife, debido a la dificultad de poner de acuerdo a las distintas familias en la organización de ejecutivas estables. El partido recurrió a candidatos independientes para encabezar listas en las elecciones autonómicas y locales del pasado 25-M. Los reclutó de alguna cátedra universitaria o de la judicatura, ante las evidencias de desertización mental que se disparaban en sus propias filas. Pero la integración de independientes ha traído más conflictos con los aparatchiks que votos, de momento.

El poder socialista se concentra hoy en una nutrida y bien arraigada constelación de alcaldes, y, sobre todo, en su irradiación de intereses empresariales y mediáticos. Facciones socialistas patrocinan periódicos enteros, columnistas, emisoras de radio y de televisión, y consultorías de imagen, todos dedicados a la extorsión y recaudación del impuesto revolucionario a gobernantes y empresarios. Antiguos consejeros del Gobierno y antiguos concejales hacen negocios desde sus despachos inmobiliarios, de ingeniería, arquitectura o legalistas, a costa de ayuntamientos y cabildos de mayoría socialista. La familia de un antiguo presidente de la Audiencia de Cuentas y secretario de Organización del PSC puede ser la propietaria de las mejores discotecas y terrazas nocturnas de Las Palmas de Gran Canaria, mientras se mantiene a raya a los políticos desde el Consejo de Administración de un diario electrónico especializado en la insidia, la difamación y el espionaje de la vida privada bajo el formato de un confidencial. El portavoz parlamentario en la Comisión de Hacienda puede, al mismo tiempo, fustigar al Gobierno por el déficit en el presupuesto sanitario y asesorarlo desde su despacho privado de consultores fiscales para la introducción de un nuevo arancel. En La Gomera, donde los socialistas mandan sin control desde hace veinte años, el presidente del Cabildo viaja a Venezuela con un talonario bien provisto de fondos públicos, cada vez que se acerca una consulta electoral. En esta isla, se ha aceptado que puedan llegar a votar emigrantes muertos, socialistas hasta la médula del esqueleto, claro.

Junto a esta malla de clientelismo mafioso, indecencia y, probablemente, delincuencia tolerada, la trama de Ruth Porta y su marido, o las nueve casas del portavoz de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid parecen heraldos de honradez. Zapatero y su Ejecutiva tienen en este archipiélago un grave problema de credibilidad intelectual y de integridad moral, de la misma forma que se enfrentan a un problema de autoridad en La Coruña, un desafío a la unidad nacional en San Sebastián, País Vasco y Cataluña, una crisis de liderazgo en Castilla-La Mancha y Extremadura, o un horizonte de resignación y fractura interna en Madrid. En esta banda de metales descosidos a que suena la España socialista, Canarias es el trombón ausente. Durante una entrevista, A. Bryce Echenique me transfirió en cierta ocasión un consejo que él había recibido de J. R. Ribeyro: "Cuídate de ser un trombón".


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