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Víctor Llano

Además de asesino, homófobo

La Federación Estatal Colegas —que agrupa a un gran número de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales españoles— ha acusado a Castro de homófobo después de que Esteban Dido llamara mariconsón a un periodista de una emisora de Miami que se burló de él haciéndose pasar por Hugo Chávez. Ahora, gracias a la colérica reacción del coma-andante, los homosexuales españoles se han dado cuenta de que no es más que un “machista” y un “facha”, y han recordado lo que todos sabemos después de que confinara a miles de homosexuales en campos de concentración en Isla-cárcel, y es que su régimen “vulnera los derechos fundamentales, la vida y las libertades de miles de gays, lesbianas y transexuales en Cuba”. Pero no es sólo el colectivo gay el que se distancia de Castro. La Fundación García Lorca no quiere que al que fue Centro Cultural Español en La Habana —hoy bajo administración comunista después de que el gobierno de Aznar invirtiera 3 millones de dólares en su reconstrucción— se le ponga, como pretende el tirano, el nombre del poeta granadino.

Después de cuarenta y cuatro años de barbarie, a Castro le quedan muy pocos amigos en España. Pero —aunque es cierto que son escasos— no dejan de representar un serio peligro para libertad y el progreso. Basta ver lo que ha estado a punto de ocurrir en Madrid, en donde Gaspar Llamazares ha desmentido con urgencia que haya firmado una carta abierta en contra de los últimos fusilamientos de su Máximo Líder. El dirigente de Izquierda Unida no puede bajarse del barco en que se subió cuando estudió un supuesto Master de Medicina en La Habana. Sólo él sabe por qué. Sin embargo, los responsables de la inquietante Federación Socialista Madrileña no dudaron en ofrecer a su partido grandes parcelas de poder en un futuro gobierno madrileño. En los institutos de la capital los amigos de Llamazares presumen de lo cerca que estuvieron de controlar la educación de los madrileños. Por fortuna, después de la “espantada” de dos diputados socialistas parece haberse desvanecido esa posibilidad. Ya no les va a resultar fácil lograr que una foto del Che presida las aulas de los colegios de Madrid.

No obstante —si como parece probable se repiten las elecciones—, los padres que todavía envían a sus hijos a la escuela pública deben ser conscientes de lo que se juegan cuando acuden a las urnas. En Madrid se presentan los castristas con posibilidades de alcanzar lo que ellos llaman un “pacto de progreso”. Para ellos el progreso consiste en evitar que los jóvenes madrileños sepan quién fue Jesús de Nazaret, mientras se les envenena con todas las patrañas que se han dicho de Guevara, un psicópata que disfrutó fusilando a miles de cubanos inocentes. Aunque cueste aceptarlo, los amigos de Castro en España son los socios de Zapatero y de Simancas en Madrid. A pesar de que es cierto que ya que son pocos los españoles que abiertamente defienden los “logros de la robolución”, aún son suficientes para causar un gran daño, fundamentalmente a las familias más humildes que cuentan con menos posibilidades de elegir la educación que ofrecer a sus hijos.

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