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Víctor Llano

Aún les tengo miedo

Permítanme que les cuente una experiencia propia. Ni he querido, ni hubiera podido olvidar la tarde del 19 de agosto de 1969. Entonces tenía 12 años y después de veinte meses de trámites, miedos y espera, mis padres y yo abandonábamos Cuba. En el aeropuerto de La Habana, poco antes de subir a un avión de Iberia que tenía como destino Madrid, sufrimos la última humillación. No fue la peor de las que padecimos en la isla, pero sí la que más daño me hizo.

Un policía muy alto y muy fuerte, con una pistola al cinto y sentado junto a dos guardias de uniforme, le exigió de muy malos modos a mi padre que le enseñara los documentos que quería sacar de la isla. Entre ellos estaba mi certificado de estudios primarios y, recuerdo, como si fuera hoy, cómo aquel tipo, con soberbia y chulería, orgulloso y disfrutando de lo que hacía, lo rompió ante nuestros ojos.

Entonces a mí me importaba muy poco aquel papel, sin embargo no he podido olvidar el silencio impotente y la tristeza de mi padre. Era asturiano y amaba Cuba. Siendo mucho más inteligente que su hijo no había podido estudiar en España, pero no ignoraba lo mucho que yo iba a necesitar ese certificado en Madrid.

El policía castrista, que a mis ojos de niño tenía un enorme poder, destruyó con placer la prueba de lo poco que yo había aprendido en La Habana. Repito, no fue la única humillación que por no aparentar ser pionero comunista y querer irme de aquel infierno sufrí, muy probablemente existieron otras peores, pero ésta última es la que con más dolor recuerdo. No consigo olvidar la mirada de impotencia de mi padre, su silencio y su vergüenza al no poder defender un documento que su hijo necesitaría con urgencia.

Jamás pudo regresar a Cuba. Allí le robaron el esfuerzo y el ahorro de los mejores años de su vida, por no poder no pudo ni salvar el certificado de estudios de su hijo. Como muchos otros murió antes que Fidel Castro.

Algún día, quizás muy pronto, yo podré viajar a La Habana; pero incluso hoy, después de más de treinta años, me da miedo encontrarme con aquel hombre, muy alto y muy fuerte, que con una pistola al cinto, rompió mi certificado de estudios. Para él yo no era más que el hijo de un gallego gusano que no tenía derecho a justificar los estudios que la revolución le había dado.

En el país donde nací nos quitaron lo poco que teníamos. Sin embargo, hay algo que no lograron arrebatarme y es el miedo que les tengo. Sobre todo a aquel tipo del aeropuerto.

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