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Víctor Llano

Aznar no responde

Pocos días después de que el embajador de Castro en Bagdad se ofreciera a alojarlos, tres ciudadanos vascos que aún permanecen en Irak, asaltaron la embajada española, arriaron la bandera que ondeaba allí y en su lugar colocaron la del régimen de Sadam Husein. No podían encontrar mejor modo de corresponder a tan “generosa” hospitalidad. Los comisarios políticos que en la isla cárcel se hacen pasar por periodistas no tardarán en informar de lo ocurrido con el mayor despliegue fotográfico del que sean capaces. En el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista Cubano, pueden verse las fotos más desgarradoras de la guerra contra el régimen de Sadam Husein, pero nadie ha podido ver una imagen de un disidente torturado en Villa Marista. En la Sede de la Seguridad del Estado no dejan entrar a los fotógrafos.

Las más de 80 personas que desde el dieciocho de marzo permanecen detenidas junto a chivatos y presos comunes, están convencidas de que les van aplicar lo que la isla se conoce como “ley mordaza” y no dudan que serán condenados a muchos años de cárcel. Gracias a que Ibarretxe ha informatizado la justicia robolucionaria, quizás no tarden en conocer la sentencia. Para algo han de servir los millones de dólares que el lehendakari ha hecho llegar a la prisión grande. Los “pacifistas” que han asaltado la embajada española han de estar encantados con la estrecha amistad que existe entre los responsables de la autonomía vasca y sus anfitriones.

Antes de realizar su gesta revolucionaria avisaron a los periodistas para que quedara constancia de cómo arriaban la bandera española y colgaban un cartel en el que se acusaba al gobierno español de agresor y de asesino. Estos son los personajes que hospeda el embajador cubano en Bagdad. A pesar de ello, la Ministra de Asuntos Exteriores de España, se esfuerza en mejorar las relaciones con Fidel Castro. Niega el asilo humanitario a los que huyen de la tiranía y no es capaz de exigir la liberación de los disidentes, pero se empeña en llevarse bien con sus verdugos.

Diez días después de que en la isla se incrementara atrozmente la represión, ni Aznar, ni ningún miembro de su Gobierno ha intercedido en favor de los periodistas detenidos en Cuba. Los pocos disidentes que Castro aún no ha encarcelado le han rogado que se interese por la suerte de sus compañeros, pero el líder del Partido Popular está demasiado ocupado y no ha encontrado tiempo para atender al sufrimiento de los que asegura son sus amigos. Desde que llegó tarde a El Escorial, Aznar llega tarde a todos los sitios. Los cubanos no pueden esperar nada bueno de él. El presidente del Gobierno español jamás viajará a Las Azores por ellos.

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