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Víctor Llano

Diez mil niños marroquíes

Jamás dejarán de sorprendernos. Después de cuarenta y cuatro años de fracasos, el régimen castrista insiste en extender el crimen muy lejos de sus fronteras. Según el periódico electrónico lanuevacuba.com, cerca de 10.000 niños marroquíes permanecen secuestrados en Cuba. Durante décadas, el Frente Polisario, en complicidad con el gobierno de Fidel Castro, ha secuestrado en Marruecos a miles de niños y los ha trasladado a la Isla para “formarlos ideológicamente”. La Nueva Cuba, que se hace eco de un trabajo de investigación del periodista Antoine Maurice, publicado en La Tribuna de Ginebra, asegura que desde que se difundió esta noticia, el régimen de La Habana intenta mejorar sus relaciones con el gobierno de Rabat.

Los pobres niños marroquíes no entenderán nada. Sin saber cómo, ni por qué, se han visto obligados a aceptar como padrecito al loco barbudo que ven en televisión. La patria potestad de todos los niños que viven en Cuba corresponde únicamente al Máximo Líder. Sólo él decide cómo educarlos. Pretende que sean como Guevara, el psicópata asesino que dejó morir como un perro en Bolivia. “Pioneros por el Che”, son separados de sus padres bajo cualquier pretexto. El gobierno que dice protegerlos, se sirve de ellos para chantajear a sus progenitores. Desde que nacen, viven en la más absurda de las mentiras. Y si sus padres no han sido capaces de ocultar que quieren liberarlos de ese infierno, su existencia se complica hasta extremos difíciles de imaginar. Los hijos de los que han hecho los trámites para abandonar el país, sufren en la escuela comunista todo tipo de humillaciones y actos de repudio organizados por quienes tendrían que cuidarlos. El único “logro” del sistema educativo castrista ha consistido en convertir a los supuestos maestros en comisarios políticos. Agentes de un régimen que les exige trabajar para ellos en contra de sus alumnos y de sus familias.

Jamás conoceremos el número de niños que han muerto en el Estrecho de La Florida intentando escapar del paraíso comunista. Los que defienden hoy que hay que dialogar con los que han provocado estas muertes tendrían que recordarlo antes de hablar de reconciliación y encuentro. Su empeño es inútil. Los muertos ya no pueden perdonar a sus verdugos. Además, aunque alguien pudiera hacerlo en su nombre, ni ahora, ni nunca, los cómplices de la tiranía castrista reconocerán sus crímenes. Han ido demasiado lejos, durante demasiado tiempo. Ya no pueden volverse atrás. Cuando no les quede más remedio, dirán que no fueron tantos los niños que murieron en el mar, que la culpa fue de los que les prometieron un mundo mejor, y que sus padres fueron unos irresponsables por exponerles a tantos riesgos.

Por desgracia, son muchos los que quieren ofrecerles todo el tiempo que necesiten para rectificar, y aceptan como punto de partida la Constitución comunista de 1976. Europa ya ha elegido y ha apostado por el silencio y el olvido. Todo con tal de salvar los muebles que le prestaron a Fidel Castro para que pudiera seguir torturando. Allá ellos con su responsabilidad. En cualquier caso, a los líderes europeos no se les puede exigir lo mismo que a muchos cubanos que aun fuera de la Isla se prestan a juego tan sucio. A los que viven en la Prisión-grande –entre chivatos y carceleros– nadie puede reprocharles que no sean capaces de decir la verdad; sin embargo, no somos capaces de comprender cómo muchos de los que lograron escapar se olvidaron tan pronto de los que no lo consiguieron. Ahora resulta que los que pretendemos que no gane el olvido somos revanchistas, intransigentes y violentos. Antes la consigna era “Patria o Muerte”, ahora, “Perdón y Reconciliación”.


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