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Víctor Llano

El tráfico de propiedades robadas

Antes de asegurar en Los Ángeles que el embargo de Estados Unidos a Cuba es “utilizado por Castro”, José María Aznar pidió a la comunidad internacional no satisfacer “la vanidad” y no caer en las “provocaciones” del coma-andante. A pesar de que los especuladores españoles que invierten en Cuba consienten en servirse de una mano de obra esclava, Aznar insistió en que quiere para los cubanos lo mismo que para los españoles. No obstante, ni su gobierno, ni su partido, ni tampoco los jueces, ni las organizaciones empresariales, ni los sindicatos, han denunciado jamás a los que comercian con la tiranía violando todas las normas de la Organización Internacional del Trabajo.

Aznar quiere mucho a los cubanos, seguro, pero no hace nada para evitar que se les contrate a través de una oficina de empleo castrista y se les pague con moneda basura, mientras Castro se queda con los dólares para financiar la tortura. Tal vez sea cierto lo que dice y Aznar quiera para los cubanos lo mismo que para los españoles, pero a los que huyen de Castro les niega el asilo y los devuelve a la Prisión-grande. Como hemos dicho en otras ocasiones, suerte que les quiere, si no los quisiera les hace regresar a Cuba nadando.

Resulta cuando menos significativo que el presidente del Gobierno español coincida con Estados Unidos en todo menos en el mantenimiento del embargo a la Isla-cárcel. Los que escaparon de Castro no entienden cómo Aznar “olvida” que los que invierten en la tiranía se benefician de bienes robados a otros españoles, que Castro no paga una sola de sus deudas, que el 51% de las empresas mixtas pertenece a la mafia comunista, y que en nada ha beneficiado a las víctimas del coma-andante la inversión extranjera en la Isla de las doscientas cárceles.

Mientras Aznar huye de la “vanidad” y no responde a los insultos de Castro, éste se queda con los tres millones de dólares que nuestro país invirtió en el Centro Cultural de España en La Habana. Asegura que quiere para Cuba una transición sin derramamiento de sangre, pero hasta que esto sea posible parece resignarse con que en las cárceles comunistas se derrame ya la sangre de los mejores cubanos. En Cuba, apuesta por el Proyecto Varela que insiste en ofrecerle diálogo a los cómplices de Esteban Dido, mientras en España, defiende con toda justicia que no se hable con los que justifican a los terroristas. ¿Es eso querer para los cubanos lo mismo que para los españoles? ¿En qué quedamos?

Hasta que los cómplices de la barbarie no pierdan toda esperanza, los cubanos no podrán salir del infierno en el que viven. Tenderles puentes a los que ejecutan las órdenes del tirano, es lo peor que se puede hacer para evitar un masivo derramamiento de sangre. No se puede contar con ellos mientras no se desprendan del canalla que les manda. Si se les ofrece todo el tiempo del mundo para rectificar, jamás lo harán.

Sin embargo, la ministra de Asuntos Exteriores del gobierno de José María Aznar cree que en la Isla vive un Adolfo Suárez capaz de llevar a su país a la democracia. Ojalá acierte Ana Palacio y la última sangre que se derrame en Cuba sea la de los 500 disidentes presos; no obstante, comparar a la Cuba de Castro, con la España de Franco, nos parece que no resiste el más mínimo análisis. De España se podía salir, de Cuba no; aquí no tuvimos que abordar el problema de propiedad que se tendrá que resolver en la Isla, se podían crear empresas, se respetaba la propiedad privada y existía una clase media que disfrutaba de seguridad jurídica. Son sólo algunas de las diferencias que existen entre una dictadura política, y una tiranía que gobierna la vida de sus víctimas desde su nacimiento hasta su muerte.

Por ello es inaceptable que los que insisten en hablar con los herederos de Castro, acusen a los que no quieren hacerlo de fanáticos y violentos. Después de 44 años de tiranía, no se les puede exigir a las víctimas esa humillación. El exilio no quiere que en su país se generalice la venganza una vez muerto Castro, pero reclama lo que les corresponde, sólo que se establezca la justicia y se conozca la verdad. Es ése el único camino para evitar la violencia. Los que quieren contar con los amigos del tirano están en todo su derecho. Allá ellos con su responsabilidad. Pero al menos, se les debe invitar a que no insulten a los que se niegan a hacerlo. Los cubanos no están divididos en dos bandos. Sólo hay víctimas y verdugos. No se puede ser amigo de unos y de otros al mismo tiempo; ni mantener que su futuro sólo les corresponde decidirlo a ellos, mientras se apoya únicamente una iniciativa de futuro que excluye a los que se vieron obligados a huir.

Si José María Aznar quiere saber lo que piensan la mayoría de los cubanos que, arriesgándose a morir en prisión se atreven a decir lo que piensan, puede escuchar a la disidente Martha Beatriz Roque, quien poco antes de ser condenada a 20 años de cárcel hizo la siguiente declaración: “exhortamos a todos los gobiernos del mundo civilizado a que no prolonguen la agonía del pueblo cubano; que no financien la tiranía, que no la apoyen, que condenen el apartheid turístico, la explotación de los obreros, la prostitución de los jóvenes, el tráfico de propiedades robadas y el saqueo inicuo de la nación cubana”.

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