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Víctor Llano

La penúltima cola

En la cola de la desesperación no se habla de otra cosa. El tipo no aparece. Lo que queda de su estómago no le permitió celebrar con sus víctimas medio siglo de torturas. Ni estuvo ni está ni nadie simula esperarle

Miles de cubanos descendientes de españoles ofrecen lo que no tienen por un formulario que les permita solicitar la nacionalidad española. Alguno de ellos tratará de probar que su abuelo nació en Celta de Vigo y que casi todas las madrugadas regresa del más allá para rogarle que visite el pueblo que jamás existió. Quiera Dios que lo logre. Nadie podrá reprocharle que mienta para tratar de escapar de la mentira eterna. Otros muchos, y siempre después de cien colas y mil trámites, tratarán de probar que es cierto que descienden de españoles y que tienen una prima en León que es pariente lejana de un abuelo de Zapatero.

Ya tienen algo nuevo por lo que esperar. Mientras esperan intentarán esconderse de los soplones de los Comités de Defensa de la Barbarie. Mejor que no les vean en la cola que se alimenta del sueño que corre tras una visa que en el mejor de los supuestos tardará mucho en llegar. Tardará tanto que lo más probable es que no llegue antes de que muera el más anciano de los dos coma-andantes. En la cola de la desesperación no se habla de otra cosa. El tipo no aparece. Lo que queda de su estómago no le permitió celebrar con sus víctimas medio siglo de torturas. Ni estuvo ni está ni nadie simula esperarle.

Quien sí podrá comprobar el éxito de su iniciativa es Zapatero. Puede que Fidel Castro no esté en condiciones de recibirle; no obstante, si se decide a complacer a muchos de sus consejeros no tardará en fotografiarse con los que esperan por la nacionalidad expañola. Los socialistas creen que un día votarán por ellos. Pero puede que se equivoquen. Para entonces los nuevos expañolesya tendrán acceso a internety podrán saber de lo mucho que en favor de sus verdugos enredó el presidente del Gobierno de Expaña. Ya enreda en Cuba. Si Obama se lo permite lo más probable es que visite la Isla-cárcel. Ojalá le entretengan en la penúltima y descomunal cola y su estancia coincida con las monstruosas exequias que ya preparan los herederos dela gran patraña.

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