El juez Ismael Moreno quiere preguntarle a Jiang Zemin por el genocidio tibetano. No mira para otro sitio como sí miraron Baltasar Garzón y Gómez Bermúdez cuando les pidieron que investigaran algunos de los muchos crímenes de Fidel Castro. Consideraron que era mejor no molestarle. Garzón prefiere ocuparse de los dictadores muertos antes que de los tiranos vivos. Y de Bermúdez tampoco podíamos esperar nada mejor. Se comprometió a deducir los sorprendentes testimonios que ante él prestaron muchos de los que declararon en la vista pública del juicio por el 11-M y no lo hizo.
Silencio, ocultación y olvido es lo que encontraron las víctimas de la masacre de Madrid que no saben quiénes ordenaron asesinar a sus hijos. Los cubanos no podían esperar mejor suerte. Son legión los que aquí simulan escandalizarse cuando se acusa a Castro de asesino y a Guevara de canalla. Sólo Esperanza Aguirre se atreve a decir públicamente lo que son y a gritar ¡Viva Cuba Libre! Lástima que no piensen lo mismo otros dos ciudadanos que cobran de los impuestos de los madrileños. García Sabrido cuida de su amigo el tirano y Gallardón pide a sus víctimas que olviden su dolor y miren al futuro.
Ni siquiera respecto a la tiranía castrista encontramos diferencias entre lo que defienden el secretario de Estado de Asuntos Exteriores y el alcalde de Madrid. Será que los dos pueden mirar al futuro. Ni se pudren en las cárceles castristas ni sus hijos se ahogaron huyendo de los crímenes que la justicia española se niega a investigar. Quiera Dios que, con petróleo o sin él, los cubanos no lo olviden y un día puedan recordarnos que a pesar de no ser tibetanos, argentinos o chilenos, ellos también merecen la memoria, la dignidad y la justicia que en Expaña se les niega.