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Víctor Llano

Mal empezamos

Primera corrida de la feria de San Isidro. Casi lleno.

Toros:
De Partido de Resina, antes Pablo Romero. Muy bien presentados. Todos flojos y descastados menos el sexto que fue noble. Tercero y cuarto muy peligrosos. El quinto, inválido, fue devuelto y sustituido por un astado de la ganadería de Navalrosal, manso y flojo.

Toreros:
Fundi: aviso, silencio y silencio.
Miguel Rodríguez: aviso, pitos y silencio.
Óscar Higares: pitos y aviso y pitos.

Lástima que toros tan bonitos tuvieran tan poca casta. Los tres toreros madrileños debieron sentir lo mismo que un joven ante una novia tan bella como frígida. Los que muy probablemente sean los toros más bonitos que se lidien en esta feria no llevaban nada dentro. Pena daba ver tanta belleza desaprovechada.

Fundi no pudo hacer más de lo que hizo. Sus toros jamás agacharon la cabeza ni repitieron las embestidas. No debió intervenir en banderillas. En Las Ventas no se premia el esfuerzo que no lleva a nada. Aunque lidió a sus toros en el centro de la plaza y estuvo muy valiente toda la tarde, no consiguió un pase de mérito. Al cuarto, muy peligroso, lo lidió con arrojo y oficio. Lo mató de media estocada. Al primero de una entera desprendida y atravesada.

Miguel Rodríguez es un torero que prometía mucho y todavía no ha conseguido casi nada. No le sobra el valor. Volvió a pasar un mal rato en Madrid. Nada de lo que intentó podía ser valorado. Mató muy mal después de pinchar en repetidas ocasiones.

Óscar Higares se enfrentó a un primer toro mansísimo y peligroso que levantaba constantemente la cabeza. El mayor triunfo del madrileño consistió en evitar la cornada. El segundo, muy astifino, pero abanto e inválido, tampoco le permitió lucirse. La nobleza del toro hizo que el torero cosechara unas esperanzas que muy pronto fueron defraudadas. En Madrid no se aplaude nada que se le haga a un animal que parece morir en cada embestida. Higares también falló con la espada.

Lo mejor de la tarde ha sido el reencuentro con mi vecino de localidad. No nos veíamos desde la feria de otoño. Don Manuel es profesor de Lengua y Literatura en un instituto de Vallecas. Este curso ha tenido que lidiar con “el anillos”, un alumno de primer curso de bachillerato al que “aprobaron” todas las asignaturas de la ESO a condición de que abandonase el colegio privado al que asistía. Antes había amenazado de muerte al director. Después de expulsarlo mil veces de clase, Don Manuel ha conseguido llevar al “anillos” ante la Comisión de Disciplina. El padre del chico ya le ha advertido de que si su hijo resulta sancionado le prenderá fuego a su casa. Mi amigo no sabe como han conseguido averiguar donde vive. Toda la tarde se ha estado lamentando de no haberse jubilado antes de que comenzara este curso. Le echa la culpa a una cubana que conoció en una academia de baile que hay en la Gran Vía. La cubana no quiere “empatar” con un jubilado, prefiere hacerlo con un profesor de Lengua y Literatura. Pero claro, no es ella la que tiene que soportar al “anillos”. Don Manuel está desesperado. Apenas pudo prestar atención a la corrida. No se perdió gran cosa.

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