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Víctor Llano

No vamos a olvidar lo que Gallardón quiere que olvidemos

Los que huyeron de Castro conocen al personaje que hace cuatro años viajó a Miami para decirles que “su suerte cambiaría cuando olvidasen el discurso de dolor y usaran el de la oportunidad del futuro”

Cientos de miles de españoles se concentraron este sábado en Madrid para recordarle a Zapatero que no renunciarán a la memoria, la dignidad y la justicia. Ojalá no tarde mucho el día en que en La Habana se convoque una concentración semejante a la que asistimos en el centro de la capital de España. Quizás muy pronto los etarras que en Cuba disfrutan de la hospitalidad de Fidel Castro se tengan que esconder en los matorrales de alguna playa para no escuchar cómo miles de víctimas recuerdan a los herederos del tirano los crímenes que sufrieron durante casi medio siglo.
 
Ayer fue en Madrid, mañana será en La Habana. Algún día los cubanos se concentrarán libremente para exigir justicia y libertad. Por más que le pese al todavía alcalde de Madrid, también en Cuba se impondrá la memoria. A los exiliados cubanos no les sorprende que Alberto Ruiz Gallardón aconseje a sus compañeros de partido que no pregunten por los crímenes de marzo. Los que huyeron de Castro conocen al personaje que hace cuatro años viajó a Miami para decirles que “su suerte cambiaría cuando olvidasen el discurso de dolor y usaran el de la oportunidad del futuro”. Y es que siempre piden olvido los que no tienen nada que olvidar. Como entonces escribimos, “es difícil expresar mayor desprecio con menos palabras. Afortunadamente, don Alberto no ha visto cómo un hijo suyo servía de alimento a los tiburones, ni fue torturado, ni pasó veinte años en la cárcel, ni le robaron todo lo que tenía”. Si en el 2002 nos parecieron inaceptables las palabras que pronunció en Miami, lo que pidió esta semana en Madrid refleja la catadura moral del alcalde de la ciudad que sufrió la mayor masacre que se recuerda en Europa.
 
Si alguien tenía que preguntar por quiénes asesinaron a 192 vecinos de Madrid era su alcalde, y, sin embargo, no sólo insiste en no preguntar, se atreve a aconsejarnos que no preguntemos a los que estuvimos muy cerca de morir en la Estación de Atocha. Quizás no le importe mucho, pero jamás le volveré a votar. Mucho menos después de que haya anunciado una querella criminal en contra del periodista que semanas antes de leer “el primer agujero negro” de Fernando Múgica ya preguntaba por las sombras que envuelven al 11-M. Confío en que, al menos, no se atreva a financiarla con el dinero de mis impuestos. Ya me conformé con que Don Alberto se sirviera de ellos para convertir la ciudad en la que vivo en un laberinto en donde resulta casi imposible no romperte la crisma en una trampa inmunda, pero espero que se lo piense dos veces antes de utilizar los servicios jurídicos de mi Ayuntamiento en contra de la persona que siempre preguntó por lo que cualquier hombre decente preguntaría.
 
Los cubanos no renunciarán al discurso del dolor mientras no se juzguen los crímenes de sus verdugos. Y en Madrid somos muchos los que no nos vamos a conformar con la patraña que pretende que no sepamos quiénes asesinaron a 192 inocentes. Desde aquí le ruego al señor alcalde que, si lo sabe, nos diga quién ha sido, pero que en caso de que no nos lo pueda decir, que va a ser que no, nos ofrezca las dependencias de nuestro ayuntamiento para preguntar por lo que él no quiere preguntar.

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