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Víctor Llano

Ya se demoraban

Los obispos cubanos, demostrando un valor que sólo suponíamos en dos o tres de ellos, han dado un paso al frente y han hecho público un documento en el que expresan su dolor por lo que ocurre en la Isla. Aunque lo que dicen es conocido por todos, siempre es de agradecer que la Iglesia se sitúe claramente al lado de los que más sufren. En cualquier caso -y ya lo sentimos- algunas de las manifestaciones que han hecho son muy difíciles de compartir. Tras insistir en que su misión no es política, lamentan que después de la visita del Papa, las libertades -lejos de generalizarse como al parecer esperaban- hayan disminuido. No comprendemos por qué los prelados hablan de involución como si en algún momento de los últimos cuarenta y cuatro años hubiera existido un mínimo respeto por los derechos humanos en Cuba.

Entre otras cosas, la cúpula de la Iglesia Católica cubana asegura que “es preocupante constatar que, actualmente, todo lo que en el pensamiento y en las acciones no coincida con la ideología oficial, se considera carente de legalidad y es descalificado y combatido”. Lo de “actualmente” no somos capaces de entenderlo. Los pastores de los pocos cubanos que les tienen como tales, no pueden ignorar que desde el mes de enero de 1959 jamás se han respetado las libertades en su país. Ni antes, ni después de la visita de Juan Pablo II, la tiranía ha consentido la más mínima disidencia, ni admitido el más pequeño error.

En la Isla-cárcel no ha aumentado la represión, que siempre ha sido la misma y de una brutalidad enorme. Lo único nuevo que ha ocurrido en los últimos años, es que unos pocos cubanos -hartos ya de estar hartos- han decidido enfrentarse pacíficamente a sus verdugos. No se ha producido ningún tipo de involución. Si los obispos entienden que sí, han vivido muy lejos de la realidad. La represión no se ha acrecentado en los últimos meses. Es la misma de siempre. Lo que sí se ha multiplicado es el número de cubanos que se arriesgan a ser reprimidos salvajemente. Por fortuna, cada día son más los que están dispuestos a ir a la cárcel por no aceptar vivir bajo las botas de un loco criminal.

No creemos que haya sido intención de los obispos confundir a sus pocos feligreses, pero cualquiera que lea el documento y desconozca la historia de los últimos cuarenta y cuatro años, puede pensar que Castro es un poco más “malo” de lo que era y que antes toleraba lo que ahora persigue. Los prelados saben que no es así y no han debido darlo a entender. Entre otras cosas, hablan de “un creciente deseo de emigrar”. No entendemos lo de “creciente”. ¿Cuándo los cubanos no han querido huir de la tiranía? De creciente nada. Constante.

Tampoco comprendemos el reproche que sin venir a cuento los señores obispos hacen a un sector del exilio. Según defienden en su escrito, “algunos cubanos radicados fuera de la Patria se niegan a establecer un diálogo responsable”. ¿Qué quieren decir con eso de “radicados fuera de la patria”? Radicados no; obligados a abandonar lo único que tenían por un régimen que pretendía convertirlos en esclavos. ¿Con quién tienen ahora que dialogar responsablemente? ¿Quién les ofrece diálogo? ¿Acaso sus verdugos que, lejos de reconocer sus crímenes, insisten en burlarse de ellos y vivir de su esfuerzo?

Pero en fin, para una vez que colegiadamente la jerarquía católica cubana se decide a denunciar la brutalidad de los castristas, no vamos a fijarnos en este tipo de rejones injustos que a nada conducen. Muchos de los disidentes que se mueren en prisión son cristianos que encuentran en el evangelio un bálsamo para su sufrimiento. Son ellos los que más se alegrarán por la publicación de un documento en el que sus “pastores” ruegan a Castro un gesto de clemencia en su favor. Y aunque, por desgracia, estamos convencidos de que de nada les servirá y que el Máximo Líder pretende canjear a sus prisioneros por los cinco espías cubanos que han sido condenados en Estados Unidos, hemos de alegrarnos de que se haya difundido un escrito que, al menos, fuera de la Prisión-grande va a tener una gran repercusión. Nunca es tarde para dar un testimonio cristiano. Ya se demoraban los señores obispos.


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