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Víctor Llano

Zapatero, Aznar y Gallardón

Pocos días después de que el presidente del gobierno español escribiera a Fidel Castro para solicitarle que permita a Oswaldo Payá viajar a Estrasburgo y recoger el premio Sajarov, José Luis Rodríguez Zapatero le pide al tirano cubano que convoque elecciones libres en la isla.

Según el líder de los socialistas españoles, “antes que cualquier otra cosa, Cuba necesita democracia y el remedio está en que Castro convoque elecciones; sólo así y con el establecimiento de una economía de libre mercado el país tendrá asegurado su desarrollo”.

Zapatero no podía ser menos que Aznar; también a él le convenía hacer unas declaraciones en contra del coma-andante y le faltó tiempo para pedirle lo que sabe jamás hará. Sin embargo, no todos los supuestos estadistas españoles se dirigen al tirano, otros prefieren aconsejar a sus víctimas. Hace pocos meses, el presidente de la Comunidad de Madrid viajó a Miami y sugirió a los que huyeron de la tiranía que olvidaran su dolor y miraran hacia el futuro.

Cuesta imaginar mayor desprecio. Los cubanos que llegan al aeropuerto de Madrid y son obligados a regresar a la finca de los hermanos Castro, no tienen otro futuro que no sea la cárcel, el desempleo y el hambre.

Después de más de cuarenta y tres años de tiranía, cuando se multiplican las muchas deudas del gobierno castrista con las empresas que arriesgaron su capital en Cuba y en Madrid se niega el asilo humanitario a los que huyen de la cárcel grande, los dos más importantes líderes políticos españoles coinciden en pedirle favores a Fidel Castro.

Los disidentes que en la isla saben que en cualquier momento pueden ser encarcelados por el régimen comunista, son mucho más valientes que José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar o Alberto Ruiz-Gallardón. No le piden a su verdugo que “afloje”, ni confían en que lo haga, ni hacen negocios con él, ni niegan el refugio a los que llaman a su puerta huyendo de la policía castrista. Son conscientes de que en cualquier momento pueden ser torturados y condenados a 20 años de prisión, pero tienen madera de héroes y no se humillan ante quien se empeña en tratarlos como esclavos. Son pocos, pero tan imprescindibles como suficientes y, acaso muy pronto, puedan reprochar a los políticos españoles que lejos de asumir la responsabilidad histórica que tenían con los cubanos, prefirieron llevarse bien y no mal con Fidel Castro.

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