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Víctor Llano

ZP prefiere los tiranos vivos

Es para lo que vino a Madrid el correveidile del Tiranosaurio. Para burlarse de todos nosotros y para asustarnos un poco más después de fotografiarse con gente tan importante

Según Zapatero, “es impensable que en un país europeo existan recuerdos en ámbitos públicos o colectivos de dictadores”. Tal vez tenga razón. Lástima que el “presidente ferroviario” no sienta el mismo rechazo por los tiranos que aún no han muerto. Se atreve –y sólo de madrugada– con los dictadores muertos que ya ningún daño pueden hacer; sin embargo, su iconoclasia no alcanza a los tiranos vivos. Por no molestar a Fidel Castro y a la progresía que tanto frecuenta, jamás le pedirá al alcalde de Leganés que retire el busto de Guevara que el terrorista Lamari pudo contemplar antes de “desintegrarse” en la bella localidad madrileña. Los socialistas no han podido escoger mejor ciudad para rendirle un homenaje al Carnicerito de la Cabaña. Nada sabemos de los crímenes de marzo gracias a lo que pasó o no pasó a la verita del busto de Che, donde dicen se suicidó el lugarteniente del terrorista Abdelkrim Benesmail, protegido de Fernando Huarte, empresario del PSOE y responsable de su seguridad en Gijón.
 
Dime con quién andas y te diré quién eres. Y es que por mucho que intente evitarla, a José Luis Rodríguez se le aparece siempre la bicha. Le importa muy poco que le critiquemos por amigar con los carceleros que heredaron las prisiones en las que tanto asesinó el psicópata de la boina calada, lo que no soporta es que no olvidemos lo que no podemos olvidar. Le patinan los reproches que pueda recibir por abrazar a un verdugo como Pérez Roque o por trabajar para su Comandante en Jefe; lo que le cuesta mucho aceptar es que le recuerden –como le recordó Umbral– que es “presidente ferroviario y por accidente”. Por eso corre tanto y tan lejos. No es que sienta una especial simpatía por bandidos como el Monstruo de Birán, Hugo Chávez o Mohamed VI; es que necesita sorprendernos cada día y abrazar a todas las farolas con tal de que no se hable de lo que le permitió estar donde está.
 
Nadie se alegró más que Fidel Castro de que España doblara el lomo. Únicamente gracias a la matanza de Madrid y a sus consecuencias, el Gobierno del país que más tendría que ayudar a los cubanos, arrastra hoy la vergüenza de recibir con honores a sus verdugos. Tal vez tengamos lo que nos merecemos. El miserable de Pérez Roque no sólo se burló en Madrid del exilio cubano; también de todos los españoles de buena voluntad, del propio Gobierno que le invitó y, muy especialmente, del Jefe del Estado que se fotografió complacido al lado de semejante malhechor. Pero no otra cosa podíamos esperar después de que los Príncipes de Asturias cenaran en casa de Joaquín Sabina –tan magnífico letrista como sórdido personaje– que junto a otros muchos desalmados firmó en defensa de la barbarie que destrozó la vida de cientos de miles de españoles. Y no es la primera vez que los cubanos tienen que soportar afrentas parecidas. No vamos a repetir aquí lo de dime con quién andas y te diré quién eres, pero, al menos en lo que se refiere a Cuba, ni la tiranía castrista podía llegar a más, ni la Corona española, a menos.
 
Sólo podemos confiar en que no esté lejos el día en que las víctimas de Castro y de sus amigos españoles puedan reprochar a quien corresponda tanta traición y desprecio por su sufrimiento. Tardarán mucho en olvidar la foto de Don Juan Carlos con Don Pérez. A ver qué nos cuentan Zapatero y Moratinos en mayo. El vocero del tirano ya les advirtió de que no consentirán que se celebre el Congreso para la Democracia que organiza -contra toda esperanza- el grupo de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil que lidera Martha Beatriz Roque. Es para lo que vino a Madrid el correveidile del Tiranosaurio. Para burlarse de todos nosotros y para asustarnos un poco más después de fotografiarse con gente tan importante. Sólo le faltó cenar en casa de Sabina junto a Don Felipe y a Doña Leticia. Pero que no desesperen sus últimos anfitriones. Tal vez lo haga en los próximos meses. Si las investigaciones de Fernando Múgica no lo remedian, no tardará en volver a visitarnos el esclavo preferido de Fidel Castro.

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