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Victoria Llopis

¿A qué tienen miedo?

Sin libertad de conciencia y sin libertad de expresión no hay sociedad occidental, no hay Estado de Derecho. Y criminalizar esas libertades es retornar a los más oscuros periodos de la Historia

Pido la paz y la palabra...

Empieza a ser verdaderamente llamativo el torrente de críticas "no constructivas", descalificaciones groseras e insultos personales que se vierten sobre cualquier discrepante, tanto del partido político que lidera la oposición, como de las diversas asociaciones civiles de variado ámbito, y sobre todo y muy especialmente, de la Iglesia Católica. Llamativo y sobre todo sintomático: huele a perdedor.

Centremos los antecedentes. Hace tiempo que es ya público que para el inquilino de la Moncloa la acción política no debe tener una referencia antropológica y moral, no está vinculada a tradiciones filosóficas o espirituales, sino que es la expresión de la autodeterminación total: los deseos individuales se convierten en derechos, y el Poder legisla para que se cumplan.

Ahí tienen, por ejemplo, las confesiones del presidente a Suso de Toro en Madera de Zapatero o el jugoso prólogo del libro de Jordi Sevilla De nuevo, Socialismo:

En política no hay ideas lógicas. Hay ideas sujetas a debate que se aceptan en un proceso deliberativo, pero nunca por la evidencia de una deducción lógica. En política no sirve la lógica, es decir, en el dominio de la organización de la convivencia no resultan válidos ni el método inductivo ni el método deductivo, sino tan sólo la discusión sobre diferentes opciones sin hilo conductor alguno que oriente las premisas y los objetivos; entonces todo es posible y aceptable, dado que carecemos de principios, de valores y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas.

Para este hombre, el ser humano y la vida social serían como una página en blanco, susceptibles de reinventarse por completo en función de un nuevo consenso social, que en la práctica es tremendamente moldeable por el Poder.

Zapatero sueña con ser el nuevo Mesías que lleve al pueblo español –secularmente "alienado" por la penetración de la Iglesia– a la nueva tierra de promisión donde podrán disfrutar de la leche y miel del relativismo, del laicismo y de la ideología de género, las tres patas del banco en el que quiere que nos sentemos todos. Naturalmente, para ello aquellas tradiciones morales e instituciones que han moldeado nuestra bimilenaria historia común suponen un obstáculo para esa política de tabla rasa.

La hostilidad hacia ese tejido de sociedad civil que ha ido emergiendo a medida que aumentaban los actos y el clima opresivo, y que en forma sorprendentemente rápida han conseguido organización y sobre todo visibilidad pública, ha sido una constante de la legislatura: AVT o Foro de Ermua, padres objetores y centros escolares beligerantes frente a Educación para la Ciudadanía, obispos díscolos, militantes del PSOE disidentes, periodistas y medios de comunicación libres...

Zapatero no ha ahorrado referencias peyorativas a una sociedad marcada por una moral "carca" y "casposa". Para adornar tan extraordinario argumento se ha apoyado en su mentor, Peces Barba, quien ha declarado que "el creyente no puede ser protagonista político". ¿Motivo? Las religiones son irracionales y los creyentes por lo tanto lo serían también. Traducción: el Poder se arroga la potestad de decidir quién puede tener protagonismo y quién no en la vida pública, que consideran, por tanto, su propio cortijo. Pues señores, lamentamos decirles que eso no es más que grosera mentalidad totalitaria.

Miren: si otras formas de ver la vida tuvieron en el pasado algún tipo de hegemonía, la solución no es su sustitución por otra hegemonía estatalista y laicista de signo opuesto, sin sencillamente la libertad. Su mayoría parlamentaria es tan exigua que deja fuera prácticamente a la mitad de los ciudadanos; pero aunque fuera más amplia, tampoco estaría legitimada para imponer legislativamente una nueva moral y costumbres; una nueva matriz ética y un nuevo universo cultural.

No se puede dar por aceptable para todos lo que no es aceptado por todos. No puede pretender que legislan en nombre de la libertad si lo hacen violentando la libertad de muchos.

Por ello, frente al respeto por las reglas del juego que muestran todos los actores sociales mencionados, ellos sólo insultan, descalifican, agreden de mil maneras. Ya decía Julián Marías que "la mentira introduce la perversión en las relaciones humanas, perturba la visión de lo real, confiere una circulación fraudulenta a tesis que nada tienen que ver con la realidad. Se trata de una colosal suplantación de lo verdadero por ficciones incapaces de resistir cinco minutos de análisis. Por ello, el tratamiento de la mentira debe consistir en dejar a los que falsean la realidad sin el apoyo envolvente de los que favorecen sistemáticamente la suplantación. La realidad misma es la que puede asumir la función de la afirmación de sus derechos irrenunciables."

Y la realidad es que la Iglesia Católica sigue convocando a amplias multitudes porque ven en ella en estos momentos de encrucijada nacional un baluarte firme e insobornable de defensa de las libertades que consagra nuestra Constitución y que el Gobierno de Zapatero está conculcando de facto: libertad de educación, igualdad de todos ante la Ley, solidaridad entre los territorios, pluralismo ideológico y defensa de la dignidad del hombre y su verdad antropológica.

Ya les advirtió Habermas que "el precepto de neutralidad frente a todas las comunidades religiosas y todas la ideologías no desemboca necesariamente en una política religiosa laicista que hoy en día es criticada incluso en Francia". En la Francia cuyo presidente acaba de afirmar que "la laicidad positiva vela al mismo tiempo por la libertad de pensar, de creer y de no creer, y no considera que las religiones son un peligro, sino más bien una ventaja".

Sin libertad de conciencia y sin libertad de expresión no hay sociedad occidental, no hay Estado de Derecho. Y criminalizar esas libertades es retornar a los más oscuros periodos de la Historia.

"La Iglesia no ha entrado en campaña electoral y su discurso no es político", ha protestado Monseñor Martínez Camino. Lo saben, Monseñor, lo saben. Sólo quieren que se callen. Pero deberían darse por avisados con lo que ha dicho Monseñor Sebastián: que lo tendrán difícil, porque "la Iglesia es toda ella Palabra".

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