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Victoria Llopis

¡Ni un paso atrás!

El ansia infinita de libertad que tiene el ser humano es la fuerza que realmente mueve la Historia. Y pese a todos los intentos de ingeniería social antifamiliar, el instinto de cuidado de la prole también lo es.

Hemos celebrado este fin de semana en Madrid, con toda determinación y entusiasmo, la primera reunión de representantes de los más de 22.000 objetores de conciencia a Educación para la Ciudadanía. No voy a extenderme en los detalles emocionantes ante tantas historias personales de coraje, firmeza, sentido de responsabilidad por los hijos y, en definitiva, plena conciencia ciudadana. Como afirmó uno de ellos, antes de que empezara todo esto, "él estaba tranquilamente en su casa viendo la televisión"... pero vislumbró enseguida que tenía que ponerse en pie. Gracias, Zapatero, por haber hecho despertar a una sociedad civil adormecida por el bienestar y la caja tonta.

Como siempre, he tratado de extraer las corrientes profundas que circulan bajo las aguas superficiales de lo que se ve. Y en esta ocasión me ha ayudado Inger Enkvist, reconocida experta internacional en temas de educación y asesora del Ministerio de Educación sueco, con la que tuve ocasión de departir ampliamente en el Encuentro.

Señalaba que lo que más le llamaba la atención del tema de EpC en España era la incongruencia entre la medida adoptada y el problema. El problema real es, por un lado (PISA dixit), la incapacidad del sistema para transmitir conocimientos, con un índice de fracaso escolar inaceptable para nuestro nivel de PIB; y por otro, el estado de ciudad sin ley en que viven muchísimos centros escolares, especialmente los Institutos de Secundaria.

Ante este problema, ¿es la respuesta introducir una nueva materia? Rotundamente no, porque se parte de un diagnóstico equivocado. Los problemas señalados son efecto directo de una causa concreta, como es el mantenimiento en el sistema de dos dogmas inamovibles: la comprensividad como dogma organizativo (todos los alumnos, independientemente de su motivación y capacidades han de seguir el mismo itinerario y hacerlo en los mismos centros), y el constructivismo como dogma pedagógico (los profesores no tienen que enseñar magisterialmente, sino ser meros facilitadores del interés por el conocimiento que puedan tener los chicos, y hacerlo además, de forma lúdica).

Este es el problema, y la escuela debería haber dado una respuesta desde el problema. Pero en España se ha introducido una "solución" que no tiene que ver con él. Por esta incongruencia, muchos aún están enredados en discutir sobre el "problema" sin darse cuenta de la perversidad que encierra la "solución". No ven que se trata de una añagaza para desviar la atención y poder seguir así profundizando en el modelo vigente. Ella señalaba que sin duda hay razones profundas que lo explican, al margen de lo meramente pedagógico, pero, muy prudentemente, decía que al no ser su campo prefería no entrar a señalarlas.

Como al encuentro asistía también un representante de los padres húngaros –país con una prolongada experiencia totalitaria que hizo de la escuela un instrumento de control–, la reflexión sobre esas causas profundas vino sola, y la asociación de ideas inevitable: así como en Polonia a cuenta de unas iniciales reinvindicaciones obreras para la creación de un sindicato independiente se acabó por derribar nada menos que el Telón de Acero, así en España, a cuenta de una supuesta asignatura están empezando a darse los primeros pasos para un verdadera catarsis colectiva con proyección europea que sin duda va poner en evidencia "la gran mascarada" de la que hablaba Revel a propósito de esa caída, que va a liberar definitivamente a la cultura europea de los arquetipos que aún nos lastran, heredados de utopías fracasadas y profundamente inhumanas.

Y es que el ansia infinita de libertad que tiene el ser humano es la fuerza que realmente mueve la Historia. Y pese a todos los intentos de ingeniería social antifamiliar, el instinto de cuidado de la prole también lo es. Ya deberían saberlo. El "experimento español", esta vez en sentido positivo, está en marcha. ¡Ni un paso atrás!

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