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Vladimir Chelminski

Estado rico y gente pobre

Vivimos en el peor de los mundos, donde el gobierno nos impide prosperar y le da la espalda a su obligación de garantizar la vida y la propiedad de los ciudadanos.

Debería ser motivo de alarma que la economía venezolana aparezca tan mal en todas las mediciones que hacen reconocidas instituciones mundiales. Los funcionarios del gobierno venezolano no quieren reconocerlo o les parece que esas pésimas notas que recibimos son trucos del imperialismo para desdibujar una pujante economía.

Por ejemplo, en el índice de competitividad que realiza el Instituto de Desarrollo Gerencial de Suiza, Venezuela aparece en el puesto 61, entre 61 países analizados. La revista The Economist colocó a Venezuela en el puesto 77 entre 82 en su Índice de Clima Empresarial. En el índice de Competitividad que elabora el Foro Económico Mundial, Venezuela aparece bajo el número 89 entre 101. En el de grado de globalización de la economía en relación con el tamaño de su economía, elaborado por A.T. Kearney, Venezuela es número 58 entre 62. En el Índice de Libertad Económica que publica Heritage Foundation y el Wall Street Journal, Venezuela tiene el puesto 152 entre 157 países y en el que publican conjuntamente los institutos Cato de Estados Unidos y Fraser del Canadá, Venezuela aparece como número 124 entre 127 naciones.

En aquellos índices donde no se toma en cuenta el atractivo para invertir o la habilidad para producir bienes y servicios capaces de competir internacionalmente y en los que el reparto de la renta petrolera (por más efímera que esta pueda ser) tiene una influencia determinante, estamos ligeramente menos mal, pero todavía bastante mal. Así, en el ingreso anual per cápita (PIB), tomando en cuenta niveles de precios al consumidor que calcula el gobierno de USA, Venezuela aparece en el puesto 117 entre 232 naciones, con un ingreso promedio de 6.500 dólares anuales, mientras el ingreso anual per cápita en los países prósperos es mucho mayor, casi cinco veces más. Los países más libres, con economías globalizadas y competitivas, como Estados Unidos, Hong Kong y Singapur, tienen ingresos per cápita de 42.400, 37.400 y 29.900 dólares, respectivamente.

Todavía más impresionante y grave es que los en índices de asesinatos y peligrosidad personal, Venezuela aparece entre los peores países para vivir. Estudios de The Economist Intellegence Unit nos coloca junto a Irak, Zimbabwe y Argentina. Es decir, vivimos en el peor de los mundos, donde el gobierno nos impide prosperar y le da la espalda a su obligación de garantizar la vida y la propiedad de los ciudadanos.

Es sorprendente que no queramos aprender de las experiencias positivas de los países exitosos ni de las experiencias negativas de los fracasados. Creo que los venezolanos no nos merecemos la aplicación de otro experimento socialista. La historia está saturada de proyectos colectivistas que nada bueno lograron. En Cuba llevan casi 50 años tratando de construir una sociedad socialista. Por el contrario, recientemente se han logrado grandes saltos en el bienestar de países como Irlanda, España, Nueva Zelanda, Australia y Dubai. En China, una economía cada vez más libre y globalizada, está sacando de la miseria comunista más abyecta a decenas de millones de personas cada año.

Los venezolanos no debemos pecar de ingenuos achacándole tan evidente retroceso a nuestra propia historia. Los países hoy más ricos y con mayor crecimiento también vivieron un pasado lleno de convulsiones y de injusticias. Carecemos totalmente de razones para aleccionar al mundo sobre cómo superar la pobreza. Nadie debe tratar de copiar el actual modelo venezolano. Lo único que podemos mostrar es la evidencia de cómo un estado muy rico y poderoso ha impedido, con el uso de la fuerza, que su gente pueda soñar, crecer y prosperar en paz.

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