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Walter Williams

Bobos o mal informados

El verdadero villano responsable de que tengamos que apoquinar 60, 70 u 80 dólares para llenar el depósito de gasolina del coche es un Congreso preso de los fundamentalistas medioambientales.

¿Qué piensan los congresistas del pueblo norteamericano? ¿Suponen que nos hemos vuelto bobos o que estamos mal informados sobre los problemas energéticos que estamos sufriendo? Siempre que se produce un incremento sustancial en los precios de la gasolina, el Congreso arrastra a los ejecutivos de las petroleras ante sus comités para acusarles de avaricia, beneficios obscenos o concertación de precios para manipular el mercado. Una tras otra, las investigaciones federales sobre las supuestas malas prácticas de estas empresas finalizan sin que se haya encontrado nada que sustente las acusaciones de los congresistas.

Por desgracia, las audiencias del Congreso suponen titulares en primera plana y encabezan los informativos de mayor audiencia de la televisión. Sin embargo, los resultados de las investigaciones federales posteriores sólo reciben una pequeña mención en las páginas interiores de los periódicos y poco o ningún espacio en los informativos de la televisión. Si los periodistas tuvieran un ápice de integridad, destacarían los hallazgos de las investigaciones federales, que socavan las acusaciones de malas prácticas de las petroleras formuladas en el Congreso, y preguntaría a los congresistas por qué las hicieron.

Tal vez los norteamericanos prefieran las historias de buenos y malos a explicaciones de los problemas basadas en la realidad. Resulta políticamente satisfactorio argumentar que la causa de que el precio haya subido de dos a cuatro dólares el galón de gasolina en un par de años costaba es que de pronto los ejecutivos de las petroleras se han vuelto avariciosos y buscan beneficios "obscenos". Así, en su calidad de héroes, los congresistas deben echarles a estos hombres avariciosos una gran bronca y adoptar castigos en forma de impuestos a los beneficios inesperados, controles de precios y otras medidas para quedarse con estos beneficios obtenidos de forma deshonrosa sin que les importen los efectos que ese mismo impuesto tuvo en 1980. Porque según el Servicio de Estadísticas del Congreso, el impuesto a los beneficios inesperados de 1980 redujo la producción nacional entre un 3 y un 6 %, incrementando así la dependencia norteamericana de las fuentes de petróleo exteriores entre un 8 y un 16%.

Controlar el precio de cualquier cosa es muy difícil y sólo se logra por la fuerza del Estado, normalmente reduciendo la oferta. El Congreso de los Estados Unidos es un importante jugador en la restricción de la oferta petrolera, y las naciones de la OPEP deben estar ingresando beneficios enormes a costa de su estupidez. El Congreso ha prohibido las prospecciones en busca de fuentes energéticas en el 85% de nuestras aguas costeras. Irónicamente, China y Cuba están realizando prospecciones petrolíferas más cerca de nuestra franja costera de lo que se permite a las compañías norteamericanas. Según cuenta Sterling Burnet en su artículo No tenemos que aguantar precios tan altos, podemos extraer, publicado el 21 de mayo en el Houston Chronicle, "se estima que bajo la costa de Estados Unidos hay suficiente petróleo para alimentar 60 millones de coches en Estados Unidos durante 60 años, y suficiente gas natural para calentar 60 millones de hogares durante 160. [...] Si se permitiese el acceso a las reservas petroleras norteamericanas en Alaska y en nuestra franja costera, las petrolíferas estadounidenses podrían multiplicar las reservas de nuestro país aproximadamente por cinco, llevando al país del undécimo al cuarto puesto entre los países con reservas de petróleo probadas."

Usted se preguntará: "¿Qué hay del impacto medioambiental"? Al contrario de lo que alegan los histéricos extremistas medioambientales, el caribú y demás fauna salvaje se ha expandido y desarrollado en toda la bahía Prudhoe en Alaska sin verse afectada por la proliferación de instalaciones petrolíferas y gasísticas. Asimismo, Burnett señala que "los dos grupos ecologistas principales, Audubon Society y Nature Conservancy, han permitido la extracción de petróleo y gas en muchas zonas protegidas únicas y aún más importantes".

Los ecologistas entran en razón cuando la filosofía de la prohibición de las prospecciones les cuesta algo. Una gran hipocresía. En ocasiones he sugerido que la mejor manera de introducir la exploración petrolera en la Reserva Nacional de Vida Salvaje de Alaska es ceder el terreno a los ecologistas. Puede apostar a que no se dormirán sobre millones de dólares en gas y petróleo sin intentar quedárselos.

El verdadero villano responsable de que tengamos que apoquinar 60, 70 u 80 dólares para llenar el depósito de gasolina del coche es un Congreso preso de los fundamentalistas medioambientales. Pero como la realidad es demasiado difícil de aceptar, seguiremos apoyando los ataques y condenas del Congreso a los ejecutivos de las compañías petrolíferas, convirtiendo comida en combustible e ideando otras "soluciones" propias de tarados.

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