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Walter Williams

Bush al rescate de los morosos

Las tasas de morosidad eran más elevadas en los años 80 que hoy. Sólo entre el 2 y el 3% de todas las hipotecas se encuentran en situación de impago. El rescate del Estado ayuda a unas cuantas personas a un coste enorme para el resto de la economía.

Un prestamista de riesgo es alguien que concede créditos a prestatarios no aptos para recibir financiación de las entidades financieras de referencia. Es un mercado que ha evolucionado para proporcionar a prestatarios con un historial crediticio pobre y una situación financiera inestable la oportunidad de obtener hipotecas. La contraprestación es un tipo hipotecario más elevado y variable. Animados por la burbuja inmobiliaria y el crédito fácil, además de por la expectativa de que la vivienda continuaría encareciéndose, muchos prestatarios de riesgo optaron por hipotecas que a largo plazo no se podrían permitir, sobre todo si los tipos de interés aumentaban y los precios de la vivienda bajaban.

Al igual que en la mayor parte de los problemas económicos, aquí también encontramos la mano del Estado. La Ley de Reinversión en la Comunidad de 1977, cuyas disposiciones fueron reforzadas durante el Gobierno de Clinton, es una legislación federal que obliga a los prestamistas a ofrecer créditos a todo el mercado y les disuade de restringir sus servicios financieros a los segmentos de ingresos elevados, una práctica conocida como redlining (fijar líneas rojas). En otras palabras, esta ley insta a bancos y cajas de ahorro a conceder préstamos a los clientes de más alto riesgo.

Según un artículo publicado en el Atlanta Journal-Constitution el 4 de noviembre de 2007, titulado Habitantes negros de Atlanta entrampados en primas de riesgo y escrito por Carrie Teegardin, un estudio nacional de historiales de crédito, y no sólo de aspirantes a hipotecas, concluía que el 52% de los negros tenían perfiles que les clasificaban como tomadores de riesgo, en comparación con el 16% de los blancos.

Muchos prestamistas concedieron créditos a personas que no tenían ninguna capacidad real de reembolsarlos. Sin embargo, eso no es fraude, aunque podría haber algo de contabilidad creativa en la reventa de las hipotecas como futuros y su posterior venta a inversores. Algunos argumentan que muchos prestatarios defraudaron a los bancos maquillando sus ingresos. Son los denominados préstamos "sin documentación" o "créditos del embustero".

El plan del presidente Bush para lidiar con la crisis de las hipotecas de riesgo es congelar los tipos de interés variable en los préstamos. Esto impediría que las hipotecas aumentasen, aunque supone una violación flagrante de las leyes básicas que rigen los contratos e incluso de la Quinta Enmienda. Si un acuerdo contractual es acordado libremente entre un prestamista y un tomador, entonces es vinculante, y si una parte lo rompe debe ser duramente penalizada. Pero ahora llega el Gobierno con el plan Bush bajo el brazo y declara que millones de contratos son nulos y no vinculantes.

A largo plazo, el efecto de esta medida será que las instituciones financieras se harán aún más selectivas a la hora de elegir a los prestatarios. Y todavía queda esta pregunta: si el Gobierno puede invalidar los términos de un tipo de contrato cuando el tomador no pueda pagar, ¿quién dice que no pueda invalidar el resto de los acuerdos cuando los prestatarios se encuentren en dificultades? ¿Y qué harán los mercados financieros?

El rescate de Bush y los recortes en los tipos de interés de la Reserva Federal constituyen una redistribución de riqueza de las personas y los contribuyentes dignos de crédito a aquellos que tomaron decisiones financieras poco recomendables, y eso incluye tanto a bancos como a prestatarios. Según William Dunkelberg, profesor de económicas de la Temple University, el 96% de todas las hipotecas se pagan dentro del plazo previsto. Además, el 30% de los propietarios americanos no está hipotecado. Por otra parte, las tasas de morosidad eran más elevadas en los años 80 que hoy. Sólo entre el 2 y el 3% de todas las hipotecas se encuentran en situación de impago. El rescate del Estado ayuda a unas cuantas personas a un coste enorme para el resto de la economía.

La política del Gobierno nos metió en el desastre de las hipotecas de riesgo y este tipo de medidas generará un desastre aún mayor. La situación me recuerda la obra espiritual de Marcus Cook Connelly, Verdes praderas, en la que Dios se lamenta delante del arcángel Gabriel: "Cada vez que obro un milagro, tengo que hacer cinco más para lidiar con las consecuencias", y añade: "Ni siendo Dios me puedo tomar licencias". El presidente y los congresistas deberían pensárselo dos veces y dejarle los milagros a Dios.

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