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Walter Williams

La pobreza americana

Casi todas las familias norteamericanas poseen hoy neveras, estufas, televisores en color, teléfonos y radios. El 80% de los hogares dispone de aparatos de aire acondicionado, coches, reproductores de video o microondas, lavadoras y teléfonos móviles.

La psicología del victimismo y la política de la envidia constituyen poderosas herramientas políticas que, como estamos viendo, están siendo explotadas este curso político. Los políticos que cuentan a los americanos lo mal que estamos me recuerdan una de las Fábulas de Esopo en la que un perro llevaba un trozo de carne a través de un puente. Al mirar al río, confunde su reflejo por otro perro que transporta un trozo de carne mayor. Para atacar al "otro" perro, arroja al río su carne, que es arrastrada aguas abajo para siempre. La lección de Esopo es algo que debemos tener presente cuando los políticos nos ofrecen sus soluciones a la desigualdad de ingresos.

Michael Cox y Richard Alm, dos economistas del Banco de la Reserva Federal de Dallas, firman un artículo en el New York Times titulado Somos lo que gastamos. Los autores señalan que desde 1975, el porcentaje de renta nacional producido por el 20% de hogares más ricos, que ganan una media de 150.000 dólares al año, pasó del 43,6% al 49,6% mientras que la renta creada por el 20% más pobre, cuyo ingreso medio es de 10.000 dólares, cayó del 4,3% al 3,3%. Cox y Alm sostienen que la renta de los hogares no es una medida completa del bienestar, para cuya medición resulta mucho más útil estudiar lo que gastan.

A pesar de ganar un promedio de 10.000 dólares, el quintal más pobre gasta casi el doble de esa cifra. La quinta parte más rica, cuya media es de 150.000 dólares, gasta alrededor de 70.000. El resto se va en impuestos y ahorro. El 20% situado en el medio, con una renta de 45.000 dólares, gasta alrededor de 35.000. Siendo la disparidad de renta entre el primer y el último quintal de 15 a 1, la diferencia en el gasto no resiste la comparación. Si reparamos en el consumo, la diferencia entre el 20% más rico y el más pobre se desploma hasta alrededor de 4 a 1. Un estrechamiento similar tiene lugar a lo largo de toda la distribución de la renta. El 20% de las familias intermedias ingresó más de cuatro veces lo que el último quintil, pero la disparidad en el gasto es sólo de 2 a 1.

Otro factor que hay que considerar es que los hogares de renta más elevada son mayores. Su tamaño medio es de 3,1 personas en comparación con las 2,5 del el quintal intermedio y 1,7 en el último. Así, si examinamos el gasto por persona, la diferencia entre los hogares más ricos y los más pobres se reduce hasta apenas 2,1 a 1. Una persona situada en el 20% intermedio gasta sólo un 29% más que una persona situada en el 20% más pobre.

¿Cómo es posible? Las personas de rentas bajas disponen de fuentes de ingresos que no se registran como renta impositiva, por ejemplo la venta de propiedades inmobiliarias, coches, pólizas de seguro amortizadas o la retirada de efectivo de sus cuentas bancarias. Este grupo podría estar encabezado por jubilados o desempleados temporales. Por lo tanto, su renta total, aunque sea baja, no refleja con precisión su estatus a largo plazo.

La caída real de precios ayuda a explicar la mejora del nivel de vida. Hace años, un trabajador que ganaba el salario mínimo tenía que trabajar 365 horas para comprar un video; hoy sólo 2. Un teléfono móvil pasó de 456 horas de trabajo en 1984 a las 4 de hoy. Un ordenador personal, miles de veces más potente que el IBM de 1984, disminuyó su precio en horas de 435 a 25.

Casi todas las familias norteamericanas poseen hoy neveras, estufas, televisores en color, teléfonos y radios. El 80% de los hogares dispone de aparatos de aire acondicionado, coches, reproductores de video o microondas, lavadoras, secadoras y teléfonos móviles. Antaño, sólo los acomodados podían permitirse muchos de estos bienes. Cox y Alm afirman que la causa principal de la bajada de los precios es el aumento del comercio internacional y la competencia, que llevan a los fabricantes de todo el mundo a volverse más eficaces y a mantener los precios bajos. Uno de los métodos más eficaces para reducir los niveles de vida de todos nosotros, y en especial el de los hogares más pobres, consiste en tragarse el discurso proteccionista que los lobbies propagan este curso político.

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