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Wenceslao Cruz

El error de Gallardón

El señor alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, decidió ocupar un lugar reservado generalmente a Llamazares, Francisco Frutos o algún representante de la defensa de los etarras, como Alfonso Sastre o su señora, Eva Forest: el de acompañar a las labores que habitualmente  –y ajenas a su cargo– hace la embajadora de Cuba en España. Si el embajador de España, o de cualquier país, en La Habana, se le ocurriera hacer una ínfima parte de las actividades que hace Isabel Allende en España sería declarado, al menos, persona non grata, eso si no prefieren ponerlo directamente en la plantilla de la CIA.
 
La embajadora carece de las restricciones que tienen los diplomáticos en La Habana, por lo que se ve siempre animada a inaugurar monumentos incluso de asesinos como el Che, o impartir conferencias en centros culturales, universidades, etc. Pero esta vez ha llegado más lejos, ha logrado que el alcalde de la capital española –y, para más "mérito", del PP– le acompañe en "reinaugurar" el monolito hecho a José Martí que el gobierno de Cuba donó a Madrid en 1986, ahora restaurado con 30.000 euros de los contribuyentes. Monumento realizado por el que actualmente funge como presidente de la asociación de artes plásticas de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) –para muchos intelectuales considerada un templo del arte oficial y la intolerancia– el Sr. Villa Soberón.
 
El propio Martí decía: «Lo inteligente no nace de lo estúpido» y lo que ha hecho Gallardón seguro que no es inteligente. Inescrupulosamente, José Martí es tomado como "responsable intelectual" de lo que es actualmente Cuba; si fuera esto cierto, el señor alcalde ha despreciado a las víctimas de la dictadura, pero José Martí constituye un guía para el propio exilio cubano y es imposible asociarlo a la tiranía. El señor Gallardón, por ende, no desprecia a las víctimas, sino algo peor, se confabula con la mentira y deja fuera al propio pensamiento martiano. Su unión a los representantes de Castro, y evitando al exilio –ya no solo negándole ayudas y subvenciones–, demuestra su desconocimiento de la triste realidad cubana. Su deseo de aparecer en cualquier foto tiene que ir regida por principios, no a cualquier precio.
 
Gallardón ha salido en la peor de las fotos, pero tiene la oportunidad de resarcirse. Se le cursará una invitación para la inauguración del Congreso de la Cultura Cubana el día 29 del presente mes, esperamos que acepte. Si asiste tendrá la oportunidad de conocer la cultura cubana que no se expresa en Cuba, sabrá de los que sufren en cárceles por aportar su arte a la sociedad. Si alega, diplomáticamente, problemas de agenda, seguro que el exilio cubano supondrá un compromiso individual con Castro. No se puede tener tiempo para los verdugos y carecer de él para las víctimas.

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