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Xavier Reyes Matheus

Iglesias habla con ZP

Parece claro que a la hora de las generales el 'antipartido' no va a lograr desplazar del gobierno al PP. Salvo, claro, que pacte con el PSOE.

Parece claro que a la hora de las generales el 'antipartido' no va a lograr desplazar del gobierno al PP. Salvo, claro, que pacte con el PSOE.

La crisis ha venido siendo el principal problema de los españoles, y ahora se da la paradoja de que un gobierno capaz de presentar buenos resultados económicos enfrenta al mismo tiempo un abandono masivo del favor popular. Se ve que prevalece en la opinión pública una especie de asociación de causa-efecto entre la corrupción y la crisis. Sin embargo, y por más indignada que esté la gente con la impunidad y el compadreo de la casta, pareciera que, tras meditarlo un poco, todo el mundo coincide en que los problemas de España van más allá de tal o cual partido, y en que tienen que ver, más bien, con el funcionamiento del sistema.

Pero si desde el seno mismo del establishment se oyen salir discursos sobre regeneración, sobre la reforma del Estado y sobre el replanteamiento de la democracia, es especialmente de Podemos de quien uno esperaría una crítica radical, incapaz de conformarse con menos que con el famoso "que se vayan todos". Por eso apunté, en un artículo de hace meses, que muy seguramente la bandera del partido de Pablo Iglesias había de ser la Asamblea Constituyente; es decir, aquella modalidad forense de la Marcha sobre Roma que Chávez puso por obra en Venezuela, y que luego aplicaron con éxito Evo Morales y Rafael Correa con el único propósito de ocupar todo el poder. Para saber hasta qué punto tiene Pablo Iglesias esta idea entre ceja y ceja no hay más que ver en YouTube la conferencia que dio en noviembre de 2012 en La Casa Invisible de Málaga, ataviado con una camiseta en la que llevaba estampados los ojos omnividentes del tirano venezolano. Allí habló el madrileño con absoluta franqueza sobre este "poder constituyente" que no debe detenerse en "lo accesorio" (es decir, en cuestiones como "si queremos más democracia" o "si tienes los votos necesarios para reformar la Constitución"), sino que, teniendo claro que "el problema no es ese", ha de centrarse en el "objeto de la política", que es, simple y llanamente, "el poder". Que tal es el meollo del pensamiento y de las intenciones podemistas está fuera de toda duda; ahora bien: lo cierto es que, al menos de momento, y ocupados como están en los dilemas de las autonómicas y municipales, semejante estrategia no destaca como la vara más alta entre las blandidas por los discípulos de Monedero.

Viendo sus poses de moderantismo; la negación que, como san Pedro, hacen de sus raíces chavistas; su afectación socialdemócrata y su discurso sueco, uno concluye que Podemos ha decidido privilegiar la conquista electoral, y que una vez mandando se pondrá a la tarea de derrocar las instituciones para blindar su proyecto totalitario (como efectivamente hizo Chávez). Entonces, se entiende, ahora es el momento de mentir; de renegar de la dictadura del proletariado; de vestir con corrección y de no enseñar los colmillos, a ver cuántas caperucitas, no necesariamente rojas, se acercan confiadas a estrecharle la pata. Pero lo que llama la atención de esa táctica es que, con todo y su espectacular ascenso, a estas alturas parece claro que a la hora de las generales el antipartido no va a lograr desplazar del gobierno al PP. Salvo, claro, que pacte con el PSOE.

Y entonces se pregunta uno: ese golpe constitucional que va a poner el Estado de vuelta y media, y que está llamado a realizar sueños como la república federal, la satisfacción de las aspiraciones nacionalistas, el adoctrinamiento ideológico de la población, la imposición de los dogmas de la memoria histórica, la incorporación a la vida política de los "luchadores" procedentes del terrorismo, el acorralamiento de la Iglesia o, en fin, un sistema de alianzas exteriores volcado hacia los socios que le gustaban a Moratinos, ¿estará acaso en la mira de un eventual Frente Popular? Tras su reunión con Iglesias, el ex presidente socialista –aquel líder que no se levantaba ante la bandera de los Estados Unidos– ha dicho que, precisamente en lo que toca a la apertura de un proceso constituyente, tiene "discrepancias muy notables" con los de Podemos. Ah, pues bueno –habrá que decir: ¡gracias a Dios! Pero, viendo las obras de los unos y los proyectos de los otros, no es difícil advertir que zapateros y monederos proceden todos de la misma marroquinería…

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