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Zoé Valdés

El patriota, los fracasados y la 'prensita'

El discurso de Donald Trump fue el de un patriota, al que le importan primero que todo su país y su gente, y lo demás es como tiene que ser, secundario.

El discurso de Donald Trump fue el de un patriota, al que le importan primero que todo su país y su gente, y lo demás es como tiene que ser, secundario.
Cordon Press

"Currently, we are witnessing a human tragedy, as an example, in Venezuela. More than 2 million people have fled the anguish inflicted by the socialist Maduro regime and its Cuban sponsors". Es sólo una parte del discurso de Donald Trump en la ONU. La parte, por supuesto, que a mí mayormente me interesó.

La prensita, que no la prensa, concentrada, como no podía ser de otra manera, en pequeñeces, o sea, en la risotada de los fracasados... Una risotada que muy pronto se les transformó en mueca, aunque la mueca la prensita la ignoró, y en un instante la grimace devino aplauso cerrado, obviado también por la prensita.

La prensita, cantado estaba, escribió exclusivamente sobre las risotadas de los que no han hecho absolutamente nada, o muy poco, para que en sus países se respeten los derechos humanos, disminuya el terrorismo, los islamistas dejen de asesinar a los ciudadanos que simplemente caminan por una acera, la economía mejore, bajen las cifras del desempleo y se controle de una vez y por todas una inmigración que permite que los ciudadanos que pagan sus impuestos pasen a ser ciudadanos de segunda y hasta de tercera y que esos que llegan a la fuerza, a la brava, se beneficien sin haber aportado nada a la sociedad que los acoge… Y podría seguir…

El discurso de Donald Trump fue el de un patriota, al que le importan primero que todo su país y su gente, y lo demás es como tiene que ser, secundario, aunque no le reste importancia, y la prueba fue la mención a la dictadura de Venezuela patrocinada por la tiranía de Cuba –tal como lo dijo con todas sus letras–; de lo otro que se ocupen los que tienen que ocuparse, los responsables de cada país, elegidos en democracia, aunque ahí estaban al menos dos a los que nadie eligió: Miguel Díaz Canel de Cagonia, ex Cuba, y Pedro Sánchez, de España.

No fue un discurso para la prensita, ni para darse valijú él y defecarse en el resto, tan propio de otros jefes de Estado en el pasado. No, fue el discurso de alguien que por fin habla de nosotros como seres humanos reales, y no como fantasmagorías difusas en un mundo lejano, que es como nos ven los demás, piezas de su nefasto teatro, boletas de elecciones. Para este señor, por fin los americanos existen, con sus necesidades concretas. Lo que es de apreciar, y mucho, en los tiempos que corren: tiempos de maldad y arrogancia desmedida por parte de no pocos mandatarios.

Sin embargo, reitero, la prensita y los fracasaditos no tuvieron oídos para esas sencillas y valiosas palabras. No, ellos anhelaban la palabrería rebuscada, rimbombante, irreal y baratucha, de los caudillos letrinoamericanos, como aquella de Castro I, cuando dijo que hablaba en nombre de los niños que no tenían… Cuando en Cuba los niños no tenían y todavía siguen sin tener el vaso de leche prometido… O aquella otra de Hugo Chávez, en la que parecía un siquitraque manipulado por los hilos del manipulador supremo, siempre Castro I, y después Castro II.

Cual siquitraque segundo, balbuceó, antes, una cosa ahí enmarañada e ininteligible el heredero Díaz Canel; dijo "exteriol" en lugar de "exterior", y –¡faltaría más!– mencionó en trance de iluminado contenido a un Mandela que jamás existió. ¡Otra vez con la candanga del endiosamiento del corrupto Mandela! Soltó no sé qué cosa más en adornadas e insulsas parrafadas sobre presos políticos de otras latitudes, como si los presos políticos cubanos no tuvieran derecho a la libertad y a la verdad, tan exigida en su malograda intervención. Lo esperado, lo normalito.

¿Dónde andaría más tarde Caca Canel mientras Trump desgranaba su magnífico discurso, dónde habrá metido la cabeza cuando mencionó el patrocinio de Cuba en tantos horrores cometidos en Venezuela, sabiéndose él parte del entramado, a juzgar por sus numerosas y vergonzosas actuaciones que aparecen en You Tube vistiendo la guayabera roja castrochavista del compromiso "ineludible" y tal?

De cualquier modo, escriban lo que escriban, digan lo que digan, el discurso de Donald Trump en la inútil ONU fue rotundo. Aunque para mí –gandía siempre– le faltó eso que, no sé... ¿O es que desde hace mucho esperamos que por fin corran las lágrimas de los de la risotada fracasada para que cesen de una vez de correr las nuestras? En donde dije lágrimas, debí poner sangre.

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