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Zoé Valdés

La ambición y el 'pouvoir'

Ninguno se pelea por mejorar las condiciones de vida de los franceses, sino para asirse del poder,

Tras la guerra sin cuartel que le hicieran los medios de comunicación franceses y la izquierda, la ultraizquierda y la ultraderecha, al presidente Nicolas Sarkozy, cuya gestión en un solo primer y único mandato no fue de ninguna manera mediocre como se dijo –algo en lo que coinciden ahora todos–, una nueva guerra comenzó hace unos meses en el seno de la UMP (Union pour un Mouvement Populaire), el principal partido de la derecha, creado por el ex primer ministro, también ministro de Sarkozy, Alain Juppé, a instancias de Jacques Chirac.

El desertor más notable hasta el momento había sido el también exministro sarkozista Jean-Louis Borloo, quién además creó un nuevo partido centrista llamado UDI (Union de Démocratas et Indépendents). Sin embargo, a raíz de las nuevas elecciones en el seno de la UMP, con la intención de elegir a su presidente empezaron a brotarle demonios al principal partido de la derecha. Varias figuras relevantes se manejaron para la sucesión; como es natural, por supuesto, la del ex primer ministro de Sarkozy François Fillon, la de la vocera de la campaña presidencial de Sarkozy, y exministra también, Nathalie Kosciusko-Morizet, y la de Jean-François Copé.

Nathalie Kosciusko-Morizet dejó de sonar en breve tiempo, y siendo la UMP un partido en el que jamás se ha visto que una mujer tome las riendas, a nadie le extrañó que la eliminaran aunque sin desaparecerla del todo.

François Fillon fue un primer ministro muy respetado por la izquierda, inclusive mientras más improperios lanzaban contra Sarkozy, más piropos le tiraban a Fillon. Fillon se caracteriza por ser un centrista, más que esquivo, zorro, y tildado de equilibrado, ventajas todas de un buen político. Pero ¿hacia dónde quiere llevar Fillon a la derecha, hacia un centrismo rondando el izquierdismo, por no decir el cretinismo? Varios militantes y votantes pensaron y siguen pensando en su momento que Fillon no fue fiel a Sarkozy, que no estuvo a la altura de las expectativas del presidente; por una sencilla razón, los celos y la ambición eran más abundantes que esas pobladas cejas que casi le tupen los ojos. Es cierto que la ambición no es una desventaja, al contrario, pero unida a los celos puede constituir un arma letal en política, no sólo para los rivales, sino para uno mismo.

Jean-François Copé, al contrario de Fillon, es el más sarkozista de todos, el más fiel, y también muy ambicioso, por suerte. Su proyecto es demasiado económico, tecnicista, y francamente de derechas. Y Copé, después de la votación en esta elección partidista, en medio de un escándalo sin precedentes, ha sido quien según el recuento ha ganado la presidencia de la UMP. 

Aunque lo que sucede es lo siguiente: cada candidato estuvo avizorando, no el puesto de presidente del partido en la oposición, sino las elecciones del 2017, o sea, convertirse en un futuro en el posible candidato de mayor convocatoria a las presidenciales.

La bronca y acusaciones al saberse que el ganador había sido Copé han sido tan bestiales y de tal envergadura, que Alain Juppé y Nicolas Sarkozy debieron intervenir para exigir cordura e intentar que se aceptaran los resultados y se acabaran de poner de acuerdo. Pero el testarudo de Fillon creó una especie de nuevo partido, el R-UMP, y además decidió iniciar una demanda en los tribunales. Copé, entonces, cometió a mi juicio el peor error, se puso a la defensiva, cediendo un margen al que Fillon no tiene derecho. Por fin, al parecer en estos momentos ambos se han puesto de acuerdo para que se convoque nuevamente a una reelección en uno o dos meses. Lo nunca visto.

Entre tanto, los militantes de la UMP, durante esos cafecitos que se toman afuera del Parlamento, departiendo animadamente con sus rivales políticos, en plan amiguitos, han pedido consejo a los socialistas, dado que éstos también pasaron por una tremenda crisis que aún no ha terminado, por cierto. Los socialistas les aconsejaron enfrentarse hasta ripiarse, porque sólo de esa forma podrían sanear todo. Para nadie es un secreto que por supuesto que ésa no sería una buena solución para nadie, y que es mentira que los socialistas se hayan enfrentado hasta ripiarse. Empezando por que la excandidata a la presidencia y también excandidata a la presidencia del PS, Segolène Royal, no fue precisamente menospreciada de la manera en que está despreciando una parte de la derecha a Nathalie Kosciusko-Morizet, entre otras cosas porque a la exmujer (ha sido ex de todo) del presidente Hollande no se le puede mantener apartada del centro de la situación política, ya que le entran unas rabietas ciegas si no cuentan con ella.

O sea, que mientras la derecha se tira de los moños por el pouvoir, la izquierda desde el gobierno sigue haciendo de las suyas, ha empezado a nacionalizar, cosa que no se hacía desde 1981 (vean el caso Mittal), y llevando a este país a la ruina absoluta. ¿Y la prensa? Apenas empieza a despertarse.

Lo peor de todas estas broncas es que a la larga, si nos fijamos bien, ninguno se pelea por mejorar las condiciones de vida de los franceses, por aumentarles los salarios, por acabar con el paro y por el progreso y el desarrollo, que es para lo que fueron y son elegidos. No, qué va, ellos se tiran de las greñas única y exclusivamente para asirse del poder, por continuar aferrados al pouvoir, ganando lo que ganan, y vivir como cheches, que en argot cubano quiere decir, más o menos, a lo sabrosón.

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