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Zoé Valdés

La dignidad de los españoles

A algunos de estos jóvenes españoles que se marchan de España buscando mejores horizontes los ha entrevistado la televisión francesa, se nota la preparación que tienen, el deseo de echar adelante, pero sobre todo mucha buena onda, y un empeño admirable.

Llevamos varios meses con la crisis mundial, y europea, encima del tapete; lo que no da tregua. La crisis en España se veía venir desde hacía rato, hasta que llegó de plano, y se instaló justo cuando el gobierno de Mariano Rajoy ganó las elecciones, aunque el desencadenamiento de la crisis es sin lugar a dudas el resultado de la mala gestión del gobierno anterior, y de la mala gestión europea en general, y la de los políticos que se creyeron los reyes del mambo cuando inventaron esta cosa que es Europa y sobre todo esa otra cosa que es el euro.

España no fue el primer país en entrar en crisis, ni será el último. Lo que nos espera en Francia, si Hollande sigue tirando el dinero por los ventanales del Eliseo, creando ayudas, inventando puestos, comisiones de la moral y la moralina, y sin prepararse para la competitividad y menos aún para la crisis, lo que nos caerá encima será peor que un veinte de mayo, como decimos en Cuba.

España, los españoles –no me refiero al gobierno, desde luego, sino principalmente al pueblo español–, ha asumido la crisis con una gran dignidad. Lo que encuentro (en medio de tanta vulgaridad y pedigüeñería mundial, como ha sido el caso de otros, y sigue siéndolo) de un gran ejemplo.

Los españoles han salido a las calles y han sabido enfrentarse de manera clara al problema, han sabido comunicar el mensaje al Gobierno y sobre todo al mundo; la Policía recientemente se ha quitado los cascos ante los protestantes, un símbolo importante de que nadie será abandonado ni apabullado. Y el Gobierno retoma una actitud reflexiva, aunque sin remedio continúa recortando y macheteándole la vida a la gente.

En Francia se comenta de la dignidad de los españoles. Lo comentan aquellos que también tienen dignidad. Son pocos. Los otros no piensan más que en ellos, es lo que siempre hicieron y nada les hará cambiar.

De Francia se marcharán los ricos –se ha dicho– ahora que Hollande ha subido los impuestos. De España se marchan los jóvenes, a Amsterdan, a Alemania, se les ve entusiasmados inclusive cuando emprenden el camino –quién sabe si retornarán algún día– hacia otros países, con la idea de prosperar, con la intención de poder desarrollarse de manera normal.

Si duro es el exilio político también lo es duro el económico, porque éste pareciera que no tuviera justificación moral, mucho menos política, y poca social, como no sea para sí mismo, de manera que pudiera parecer egoísta. A estos se les trata, en algunas ocasiones, de manera despectiva, grosera, como a aquellos que no quisieron poner los brazos, todos juntos, para salvarse de la crisis. Es injusto que se les vea así. Yo los comprendo, necesitan vivir, y la vida es una y es ahora.

A algunos de estos jóvenes españoles que se marchan de España buscando mejores horizontes los ha entrevistado la televisión francesa, se nota la preparación que tienen, el deseo de echar adelante, y es verdad, también una cierta tristeza; pero sobre todo mucha buena onda, y un empeño admirable.

Lo único que me sorprende es que la mayoría se les nota de izquierdas, sin embargo, a ninguno los veo tomar el camino hacia Cuba, por ejemplo, o hacia Venezuela. Muchos sueñan, eso sí, con Brasil. A finales del siglo XIX, buena cantidad de españoles se quedó en Cuba, también a principios del siglo XX, regresaron, o viajaron por primera vez a mediados de siglo, para instalarse definitivamente. Allí echaron raíces y prosperaron; en la isla que les ofreció tantas oportunidades muchos de ellos se enriquecieron. Hasta que llegó Castro I y mandó a parar, y los sacó a todos a patadas, y les confiscó hasta el alma, absolutamente todos sus bienes, todo lo que habían ganado con su trabajo.

Estos jóvenes, e incluso esas personas ya de mediana edad, que hoy se van de España, que huyen de un Gobierno de derechas –según las palabras de algunos entrevistados–, y que con toda la buena fe del mundo, y con mucha dignidad, repito, emprenden el camino del exilio, siendo de izquierdas, en su gran mayoría, no piensan ni de broma en instalarse en Cuba, la isla izquierdosa por excelencia, la perla del castro-comunismo, ¿por qué será? Pues por lo que digo, porque donde hay dignidad no puede haber ni engaños, ni quimeras, y mucho menos mentirijillas piadosas.

En España

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