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Zoé Valdés

La honestidad de los carneros

Si la honestidad de los humanos está a unos niveles cada vez más degradantes, imagínense la de los cubanos, la arrastran y se la pisan.

Qué trabajo le cuesta al ser humano ser honesto, verdadero, sincero. Si nos cuesta tanto, cada vez más, reconocer nuestros errores, pifias, porfías, y demás defectos, la razón no es otra que porque cuanto más tercos, más brutos, más incultos, menos generosos somos.

Si la honestidad de los humanos está a unos niveles cada vez más degradantes, imagínense la de los cubanos, la arrastran y se la pisan. No hay un cubano que no se crea perfecto y que no haga de su perfección un drama, un trauma masoquista.

Los cubanos no son capaces ni por asomo de hacer algo y de asumir las críticas, de tener la honestidad de aceptar por un momento que se han equivocado. No, los cubanos jamás se equivocan, never.

Si alguien decide opinar, estar en desacuerdo con un cubano, no recibirá más que quejas, lamentos, y el cubano en cuestión jamás aceptará que una opinión en contra de la suya podría ser valiosa para enriquecer sus puntos de vista. No, no solamente no somos sinceros con nosotros mismos, además vamos sobrados, orgullosos de soltar cualquier tontería, de exponerla ante los demás, esperando siempre exclusivamente halagos, elogios y reverencias.

Es el motivo por el que resulta más cómodo callarse las críticas, ahogar las opiniones, no buscarse problemas y seguir por el camino trillado, la cabeza gacha y recibiendo trompones y vejaciones.

No hay nada más que decir. No solo no somos honestos, además pecamos de carneros. Y quién ignora que los carneros necesitan de un pastor que los guíe, eternamente, y con guía o sin guía los carneros irán directos a ser engullidos por el lobo. Bien merecido, por deshonestos, orgullosos y obedientes. Muy merecido porque ya sabemos que los carneros, honestos no son, y prefieren lanzarse en masa por un barranco antes que dejar de doblegar el lomo ante los fustazos del pastor o la posibilidad de ser desguazados por los colmillos de la bestia.

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