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Zoé Valdés

Ser o no ser francés

El representante de Francia en el próximo festival de Eurovisión acaba de estrenar una canción que se titula... "Soy marroquí".

En el 2016 la escritora franco-marroquí Leïla Slimani recibió la más alta distinción literaria francesa, el Premio Goncourt, por una novela cuyo tema era, a mi juicio, bastante flojo, pero no soy quién para juzgar los gustos del afamado jurado. Numerosos son los escritores marroquíes que han sido nominados en el pasado a este y otros prestigiosos premios. Nada de anormal, son también de nacionalidad francesa y escriben en la lengua de Molière y Racine.

El asunto se complica cuando estos premiados, después de haber sido reconocidos, adoptan actitudes poco serias en relación al país al que, con su obra condecorada, también representan, además de a sí mismos: Francia. Y se dedican a reivindicar tradiciones, religiones y hasta políticas culturales que, si bien pueden integrarse en la cultura occidental, no debieran imponerse intentando aplastar las costumbres y tradiciones, la cultura, específicas de Francia. Aparte de que ninguna religión determinará la calidad artística de una obra de arte o de una novela, tampoco debiera –ya sé que es demasiado tarde– influir en la realidad política. Otra cosa son los temas, pero yo sólo me refiero aquí a actitudes.

El más reciente candidato ganador para representar a Francia en Eurovisión se llama Bilal Hassani, con su canción "Roi" conquistó a una enormidad de público en este país, que lo votó con mayoría, y también, desdichadamente, le cayeron encima vergonzosos ataques por su sexualidad. Bilal Hassani tiene 19 años y es un ídolo queer, sin duda alguna forma parte de la generación millennial, y se inclina a hacer piruetas con su físico, entre nerd, filtro del aula con espejuelitos redondos, y patética cabaretera de barrio con pelucas y trajes algo afocantes.

Bilal tiene buena voz, su canción no es mala, justa para el certamen, y alguna que otra vez le han salido bien las sencillas coreografías que le montan o se monta él mismo. Es un puro producto para Eurovisión. Es todo. Y era lo que se esperaba de él, hasta que hace poco sus representantes anunciaran que sacaría el single de lo que creo será su primer disco.

¿Título de la canción? "Soy marroquí". Y, por lo que he leído, ya el muchacho ha reafirmado sus orígenes puros árabes, negando de manera sinuosa sus vínculos con el país al que irá a representar en la competencia más popular de Europa.

Yo me pregunto: ¿y para qué entonces ese papelazo de querer representar a un país del que al final reniega? ¿O se trata de un plan muy bien pensado y elaborado? Después van y se quejan cuando a la gente le dan esos yeyos xenófobos que le entra, pero sólo habría que arañar un poco en el barniz de estos personajillos para conocer desde dónde y quiénes han tirado primero a matar.

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