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Zoé Valdés

Últimas noticias de la isla de Chacumbelia y del reino socialista de Francmacetaria

Estoy segura de que es el único país en el planeta en el que sus habitantes leen el dorso del periódico, con las letras al revés, para traducir el mensaje, y concluir a la inversa.

Hoy recibí a un periodista que recién llega de Aquella Isla Disparatada, Chacumbelia, dominada por los dictadores Chacumbele I y II. Que, como dice la guaracha, ellos mismos se mataron.

Bien, a un mes del asesinato de Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero Escalante, el pueblo cubano no duda ni un segundo de que se trató de un asesinato político, solamente por el mero hecho de que la televisión oficial hizo todo un paripé con los extranjeros Ángel Carromero y Jens Aron Modig, en el que dieron la versión del accidente. El periodista, todavía perplejo, me contaba sin poder creérselo que la gente le decía que ellos jamás creían la versión oficial de la TVC, y que todo lo que allí se decía había que virarlo a la inversa para conocer la verdad. ¡Qué país tan interesante, sin duda! Estoy segura de que es el único país en el planeta en el que sus habitantes leen el dorso del periódico, con las letras al revés, para traducir el mensaje, y concluir a la inversa. O sea, lo que diga el régimen es falso, y lo contrario será la verdad. Gran ejercicio mental. Ni los expertos del CSI lo harían mejor. A Carromero lo ven frito y refrito, vaya, ya es como una ampolla, y para ellos la "bella durmiente sueca", el sueco Modig, es del G2, de la policía política. No cabe la menor duda, por la manera tan especial de levantar las cejas, ambas a la vez.

Intenté cambiarle el canal al francés, lo que no fue fácil, porque la gente que llega de Cuba regresa tan subnormal como los propios cubanos. Sólo que los cubanos se hacen los subnormales, y éstos no, a éstos se les exacerba la bobería que tienen de nacimiento.

El caso es que por fin me pudo contar sobre los tronados, que en realidad fue a eso a lo que viajó a Cuba, a hacer un reportaje sobre Carlos Lage, Robertico Roba’y’ná y Felipe Pérez Roque. Pero qué incautos son estos franceses. Así que están procesando a un españolito del PP por sanaco, y al otro lo dejaron ir, vayan ustedes a saber por qué, quizá lo intercambiaron por un Nobel para Raúl (¡ay, cómo se van a poner Fidel y Yoani!), y éste se va de turista a hacer reportajes sobre pinchos en Plan Pijama (castigados, para los que hablen lenguas muertas).

Total, que sólo pudo saber poca cosa: Robertico, aquel de "El que no salte es yanqui", salió del closet, es "marica tú, marica yo", tiene una Paladar, y finge que pinta (no pinta él, dicen que tiene un chino que pinta por él, y él firma solamente), luego vende los cuadros en Miami a los cometrapos del exilio. Carlos Lage, a su juicio, es el que se mantiene con la moral más alta, desafiante inclusive, se muestra en las calles, camina entre el gentío despacio, con la intención de que reparen en él, y si alguien le pregunta algo, cosa poco probable, responde que no ha cambiado un ápice de su pensamiento, que sigue en sus trece. O sea, que este señor, que fue un esbirro hasta el otro día, un peso pesado de las altas esferas, se pasea como cualquier hijo de buen vecino por la calle, y nadie se atreve siquiera ni a rayarle un yiti. ¡Ese pueblo, ese pueblo, el pueblo, no ya de Martí y Maceo, sino de Tortoló y Pánfilo!

Pero la mejor noticia es la que me trajo del perrón de Felipe Pérez Roque. Aguántense: es jefe de una empresa de algo que tiene con la madera –no se supo explicar bien–, y afínquense, está deprimido, vive sumido en una profunda depresión, dicen que se pasa el tiempo sacándose los mocos literalmente, y pegándoselos en el pelo, y que se come los pelos después. Al parecer le entran unos súbitos ataques de llanto que lo revuelcan por los rincones. ¡Ay, cómo he disfrutado ese retrato tan elocuente del exministro de Relaciones Exteriores, que cuando llegó a Francia acompañando a Fidel en aquel primer viaje se atrevió a amedrentar al propietario de mi inmueble y a exigirle que me echara a la calle! Cuando el dueño le dijo que no podía hacerlo, que yo tenía una niña pequeña, que le pagábamos, añadió que mejor, que p’afuera. Pero por suerte estábamos en Francia y no en Cuba, y el propietario informó a las autoridades competentes del suceso, y a mí, desde luego. De modo que aquel que se tocaba los huevos nada más oír de la disidencia anda restregado por el piso lloriqueando como una jebita deprimida. ¡Me alegro! Hoy ha sido uno de los días más hermosos de mi vida.

En fin, que al rato, tras despedir al periodista que tan feliz me hizo, encendí el televisor para no perderme las noticias del Reino de Francmacetaria, donde vivo exiliada, y donde reina el poderoso maceta socialista, Su Graciosa Majestad Hollande, que sigue regalando puestos y dineros, como si la crisis con él no fuera. Allá va eso, e irá mal, más que mal, peor. 

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