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Zoé Valdés

Un pasaporte castrista para Depardieu

Cuando se fue a Cuba a negociar con el Castro I y se puso a explorar petróleo y a explotar a los cubanos, toda la izquierda lo consideraba ejemplar.

Cuando se fue a Cuba a negociar con el Castro I y se puso a explorar petróleo y a explotar a los cubanos, toda la izquierda lo consideraba ejemplar.

El actor Gérard Depardieu decidió poner en venta su lujosísimo hotel particular de la rue Cherche-Midi por 50 millones. Por lo visto, está harto de vivir en París. Y de vivir en Francia también, puesto que decidió afincarse en Bélgica, en un pueblito desconocido, donde la mayoría de sus habitantes son extranjeros millonarios que al parecer evaden el fisco y donde encontró una casa que no se puede comparar con la que está vendiendo en París. La casa es horrenda. Para gustos se han hecho los colores, pero sus gustos parecen haber desmejorado últimamente.

El caso es que enseguida los del Gobierno lo acusaron de querer evadir impuestos, y para colmo el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, se soltó los rolos y la trenza y lo trató de despreciable. Gérard Depardieu, un gran actor y un negociante que no tiene tanto de pésimo como se dijo en el pasado, no se hizo de rogar y respondió con una contundente carta. Es verdad que Ayrault jamás en toda su vida pagará la cantidad de impuestos que ha pagado Depardieu en Francia, y tampoco es lo que se dice pobre, que bastante cobra por no hacer estrictamente más que política.

Para no alargar la historia, que seguramente ya conocerán ustedes, Depardieu decidió entregar su pasaporte francés y se llenó la boca hablando de patrias y exilios. De más está decir que el actor está en todo su derecho de mudarse a donde le plazca y de pagar impuestos allí donde le convenga. Los insultos estaban, por otra parte, de más. Pero este Gobierno de izquierdas, que acusaba al Gobierno de Sarkozy de haber perdido la clase, se ha convertido en el más chancletero de la historia. Con el ministro de Reconversión Industrial acusado en dos ocasiones por difamación y el titular de Finanzas acusado de evasión fiscal, más los shows de la primera dama, es que no paramos. Sin embargo, habría que recordarle a Depardieu que una cosa es ser un exiliado político, y amar y defender a tu país, y otra ser un evasor fiscal y odiar a tu país cuando ya no puedes mamarle más la teta.

Total, que Depardieu tiró su pasaporte francés a la basura, y enseguida –según él mismo– apareció Vladimir Putin para entregarle un pasaporte ruso.

¡Qué raro que Castro I y Castro II no se ofrecieran antes a brindar un pasaporte castrista al actor que tanto los venera! Solamente por la veneración que les profesa ya merece uno de esos pasaportes que te convierten en esclavo del régimen que cumplirá en enero 54 años. Y es que hay que querer mucho a una dictadura para perder más petróleo del que nunca existió en la Isla, y del dinero y la fortuna que va avec.

Por cierto, Depardieu será ahora un minable para la izquierda, pero cuando se fue a Cuba a negociar con el dictador Castro I y se puso a explorar petróleo y a explotar a los cubanos, toda la izquierda lo consideraba ejemplar. Era el mejor tipo de Francia, el más apreciable. Tampoco la derecha condenó sus acciones, ni las condenará. No, por el contrario, Depardieu se ha convertido en el héroe de la derecha. Tanto, que a mí me late que podría arreglar el follón de Fillon y Copé, que en lugar de aspirar a dirigir el partido de la UMP aspiran más bien a presidir la Francia, que es lo que a ambos les importa, sin fijarse lo más mínimo en sus seguidores y simpatizantes.

Bien, ¿y por qué no proponen a Depardieu como candidato para las elecciones del año que viene, acordadas por fin, tras tanto litigio y sensacionalismo político? ¿No será eso lo que anda buscando también el propio actor, con semejante actitud?

El caso es que mientras que en este país las cosas van cada vez peor, al Gobierno no se le ocurre otra que enredarse por los pelos con el actor mejor pagado del país, el que más ayudas ha recibido a través de su productora pero uno de los menos reconocidos a la hora de las distinciones. Y, todo habrá que decirlo, gran actor sí que es. En el cine y en la vida real.

Depardieu, mon vieux, ¿por qué no pides el pasaporte castrista?

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