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Daniel Rodríguez Herrera

Derechos humanos de filfa

Existe desde hace décadas un persistente empeño por parte de la intelligentsia de los países occidentales en trasladar la responsabilidad de las acciones de las personas del individuo a la sociedad

Esta semana, Amnistía Internacional ha publicado un estudio en el que denuncia, con gran alarma, que la mitad de los juegos fomentan la violación de los derechos humanos. No sólo muestran una interesante preocupación por el bienestar de seres virtuales que sólo existen como dibujos en una pantalla, también muestran una inexplicada conclusión previa que consiste en que jugar a estos juegos implica, puesto que los seres humanos somos robots sin capacidad de decidir, que de mayores haremos lo mismo que hicimos en los videojuegos. Cuando se preocupan de estas cosas en España, es cuando más se debe concluir que en nuestro país no debe haer ninguna violación de los derechos humanos real como, no sé, el 11M.
 
Como confirmando las tesis de esta organización, ese mismo día cinco adolescentes fueron detenidos en una ciudad de Pennsylvania por dibujar un grafitti en más de una docena de edificios, incluyendo un museo de arte y una sinagoga. Los gamberros han intentado librarse alegando la poderosa influencia que el juego "Grand Theft Auto: San Andreas" ejercía sobre ellos. Saben lo suficiente de la estupidez de sus mayores como para darse cuenta de que echar la culpa a algo ajeno a ellos puede ser suficiente para librarles del castigo que merecen.
 
Existe desde hace décadas un persistente empeño por parte de la intelligentsia de los países occidentales en trasladar la responsabilidad de las acciones de las personas del individuo a la sociedad, en este caso encarnada en la industria del videojuego. De este modo, la civilización occidental ha ido perdiendo de vista la base en la que se asienta: la responsabilidad individual.
 
Theodore Dalrymple, en su monumental "Live at the bottom", describe como la visión del mundo de la clase baja británica, donde realmente tiene lugar el modo de vida ideal tan alabado por los intelectuales de irresponsabilidad y libertad sexual sin ataduras, les ha llevado a una miseria sin precedentes en la historia de la humanidad. Una miseria que no es económica, sino moral, emocional, espiritual, mental y cultural. En ese mundo ya no existe la responsabilidad individual; los alcohólicos explican que "la cerveza se volvió loca", los drogadictos que "la heroína está en todas partes" o los asesinos que "el cuchillo entró".
 
La miseria que padecen se debe, en una parte muy importante, a los intelectuales que echan la culpa de la violencia a los juegos de ordenador o a cualquier cosa igualmente irrelevante, y no a las decisiones individuales de los que delinquen. Por eso pido que nadie sufrague a quienes propagan estas ideas, mucho más responsables de mucha más violencia que unos inocentes videojuegos.
 
Daniel Rodríguez Herreraes editor deProgramación en castellano.

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