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Enrique Dans

El camino abierto

A día de hoy, quien utiliza Explorer es, simplemente, porque no puede o porque no sabe. El que se pasa a Firefox se convierte de manera casi automática en un apóstol, un convencido, un fan

Ocurrió en Noviembre de 2004. Después de una campaña de monumental éxito que dinamitó completamente las expectativas de sus creadores, el New York Times publicó un anuncio a doble página de Firefox 1.0, con una pregunta: “¿Estás harto de tu navegador?” (Are you fed up with your web browser?) La campaña, que se había propuesto conseguir en torno a dos mil quinientas donaciones de treinta dólares durante varias semanas, fue capaz de movilizar a más de diez mil personas en tan sólo diez días y de generar suficientes fondos para poner varios anuncios y financiar, de paso, otras iniciativas de marketing y desarrollo de Mozilla Foundation. Ahora, con la perspectiva que dan ya varios meses, intentemos sacar algunas conclusiones de la historia.
 
¿Qué ha ocurrido desde Noviembre? En primer lugar, que el programa en cuestión, Firefox, ha sido ya descargado más de veintiséis millones de veces. Antes, en los gráficos de tarta de las estadísticas de acceso a una página, había una sola porción, que ocupaba más de un noventa por ciento, y unas minúsculas rayas, puramente testimoniales, que correspondían a otros navegadores. Ahora, en cambio, aparece otra porción importante, que puede ir desde un diez por ciento en páginas de temática general, a prácticamente la mitad en páginas frecuentadas por personas con cierto nivel de cultura Internet. Semejante crecimiento, de hecho, ha provocado la reacción de Microsoft, que ha pasado de pretender no tocar su navegador, Explorer, hasta que saliese la siguiente versión de su sistema operativo, a anunciar que sacará una nueva versión del mismo, la 7.0, antes del verano.
 
El anuncio de la nueva versión del Explorer de Microsoft nos lleva al segundo tema: en función de determinadas informaciones filtradas desde la propia Microsoft, parece ser que la nueva versión de Explorer traerá novedades tales como navegación mediante pestañas, incorporación de estándares como CSS y W3C, soporte para formatos de agregación RSS, mayor enfoque hacia la seguridad… todas ellas funciones que hoy en día Firefox ya posee. ¿Quién está liderando el desarrollo tecnológico? ¿La empresa de software más poderosa del mundo, o una cuadrilla de programadores independientes agrupados en una entidad llamada Mozilla Foundation? Si por dicha empresa hubiese sido, habríamos seguido con su vetusto e impresentable navegador durante al menos todo este año, sufriendo problemas de seguridad, ventanas emergentes, spyware de todos los colores, navegación sensiblemente más lenta, buscadores no integrados… Ha tenido que ser Firefox quien viniese a salvarnos de la incompetencia de quien, por tener un programa gratuito, pretendía no invertir en su desarrollo más que cuando le viniese bien. Es a lo que nos llevan los monopolios de facto: que tus usuarios obtengan una experiencia de navegación simplemente asquerosa no es tu problema… total, no tienen otra opción.
 
Lo mejor del tema es la filosofía que hace de Firefox un mejor navegador: la idea de desarrollo abierto. Al contrario de lo que ocurre con los productos de Microsoft, que sólo pueden ser modificados por esa compañía, cualquiera puede desarrollar extensiones o añadidos a Firefox y ponerlos a disposición de los usuarios. Un breve paseo por la web nos llevará a ver como el producto Firefox como tal es tan sólo el comienzo, como bien indica su número de versión, 1.0. Miles de personas en todo el mundo se afanan en que podamos “vestir” a Firefox con la apariencia que queramos mediante temas o skins, dotarlo de nuevas funcionalidades o extensiones, o hacer que lea cualquier tipo de contenido gracias a los correspondientes plugins. Cualquiera puede inventarse una funcionalidad, hacer que funcione en Firefox y, una vez convenientemente validada, simplemente ponerla ahí. Como resultado, mi navegador tiene el aspecto que yo quiero, botones que me permiten buscar cosas en el diccionario de la Real Academia o en la Wikipedia, e incontables funcionalidades que hacen que mi experiencia de usuario mejore notablemente. Todo ello gracias a una sola palabra: abierto.
 
A día de hoy, quien utiliza Explorer es, simplemente, porque no puede o porque no sabe. El que se pasa a Firefox se convierte de manera casi automática en un apóstol, un convencido, un fan. Llegué a Firefox desde el más frío de los escepticismos académicos. Hoy, tener que abrir Explorer me irrita, me hace sentir inseguro, es algo que jamás haría para, por ejemplo, llevar a cabo una transacción online. Hace unos días, una obviamente interesada empresa de seguridad publicaba un estudio pretendidamente imparcial en el que venía a decir que Firefox también era inseguro como Explorer… Mire usted, me da igual. Esa no es la discusión. Todos los programas tienen errores. Siempre hay mentes capaces de encontrar un agujero de seguridad. Pero si aparece un agujero en Firefox sé que gracias a su código abierto, será arreglado de manera casi inmediata por sus miles de programadores voluntarios en cosa de un día, y no cuando a la empresa propietaria del código le venga buenamente a bien hacerlo.
 
Francamente, no estoy seguro de que Firefox sea el mejor navegador, aunque numerosos elementos me indican que sí. Tampoco sé si dentro de un año estaré usando Firefox o habré jubilado al zorro llameante por otro navegador mejor. Lo que sí sé con seguridad, e independientemente de lo que pase con mi navegador, es que la filosofía de la historia me ha convencido: el futuro es abierto.

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