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Isabel Durán

La felicidad del presidente

Pero Zapatero es feliz. Él acababa de llegar a La Mareta con su real familia tras pasar por el gratis total londinense y, a lo que se ve, "hay motivo" para la alegría, sobre todo la propia fortuna de ZP.

Las vacaciones presidenciales comenzaron con una revelación impactante que ha pasado absolutamente desapercibida. El portavoz del Gobierno desayunó con los periodistas en un hotel de la isla de los volcanes para inyectar una dosis extra de propaganda monclovita y aseguró que Zapatero "es feliz". Lo cierto es que nunca había escuchado nada parecido sobre quien debe regir los destinos de una nación, al menos sin un acontecimiento de indudable trascendencia personal o política que lo justifique. Y todavía no he conseguido reponerme de tal declaración pública de dicha presidencial.

Primero porque en el momento en que Fernando Moraleda predicaba el nirvana presidencial, la situación política del país no era precisamente para alardear de alborozo alguno. Y segundo porque, como consecuencia de la premisa anterior, sólo un ignorante, un temerario, un mandatario con los pies en la estratosfera o un iluminado, sin más, puede ser o estar feliz, que no es lo mismo, con el peso de la púrpura y el complicado estado de la "realidad nacional" (con perdón) española.

Veamos. El día en que el remolachero Moraleda descubría el estado de júbilo de Rodríguez la organización terrorista Batasuna advertía de que el alto el fuego de ETA ("alto al fuego" para Pepiño el de los concetos y la vicevogue) no es irreversible. A esas mismas horas, miles de ciudadanos seguían padeciendo los efectos de la ilegal y salvaje huelga de los trabajadores de Iberia que paralizó el aeropuerto de El Prat, bajo la pasividad más absoluta del Gobierno de España. Por aquel entonces, Galicia empezaba a arder por los cuatro costados sin una sola llamadita del ejecutivo central para controlar la furia del fuego provocado por los "terroristas forestales", aunque según la vicevogue el terrorismo en España no exista. Menudo lío debe tener el feliz Rodríguez. Y en aquellos días de felicidad zapateril se había conocido que el chivatazo a los etarras encargados de la extorsión había procedido de un móvil de la Comisaría General de Información de la Policía. Como colofón, constatamos de nuevo que del mayor atentado de la historia de España sólo sabemos que no sabemos nada, ni siquiera cuál fue el explosivo de los trenes que acabó con la vida de 192 personas y dejó heridas a otras 1.500.

Pero Zapatero es feliz. Él acababa de llegar a La Mareta con su real familia tras pasar por el gratis total londinense y, a lo que se ve, "hay motivo" para la alegría, sobre todo la propia fortuna de ZP. Que nadie dude nunca mais del regocijo del presidente. Lo malo es que, en este caso, la máquina de propalar la verdad oficial no mentía.

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